Tampoco
le pude impedir el paso a la multitud de pensamientos que estaban llegando a mi
mente en ese momento, en esa madrugada de un sábado del mes de Junio del 2013….
……Y
esos recuerdos me llevaron hasta el tiempo en que llegamos a Managua
procedentes de Matagalpa donde hasta el año 1989 estudié el ciclo básico en el
INEP, instituto Eliseo Picado. Durante las vacaciones finales de ese año nos trasladamos a vivir a la capital debido a que
mi padre era ingeniero civil y estaría a cargo de un proyecto grande que le
tomaría más de cinco años y lo más práctico fue comprar una casa. De esa época también me acuerdo de una
conversación que tuvimos en la sala de nuestro nuevo hogar, mi padre reunió a
su pequeña familia que además de mi estaba formada por mi madre y mi hermana
menor, dijo que yo estudiaría en El
colegio La Salle, también conocido como Instituto Pedagógico la Salle, un
colegio caro, manejado por religiosos.
Dijo que valía la pena el gasto ya que ahí estudiaban los hijos e hijas
de la crema y nata de la sociedad nicaragüense, los hijos de los ricos, los que
mandan en el país. Mi padre decía que
desde la época de estudiante uno tiene
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que
empezar a formar las relaciones que nos ayudarán en el futuro, que así era, que así había sido siempre. Después pasó a explicarme como era el
funcionamiento de la vida en Managua, como él la analizaba, según su
experiencia. ….
«Vos ves a Managua como una gran ciudad, la más grande del país, ves su gente y te parece que es homogénea pero no es así, en Managua hay tres niveles.
El primero compuesto por los muy ricos, los políticos y los militares de alta graduación, algunos poetas y escritores que aunque no son ricos gozan de un status especial, también muchos profesionales logran codearse con la élite. De ese nivel son los que tienen el poder. Son gente fina, educada, físicamente más hermosos, blancos, tipo europeo. Se casan entre ellos, aunque en Nicaragua no hay monarquía, los del primer nivel cuidan mucho con quienes se casan sus hijos, por eso ves que son los mismos apellidos los que encuentras en los mejores puestos. Son esos hijos los que frecuentan los lugares exclusivos, los restaurantes, las discotecas de lujo, las más caras, manejan buenos vehículos, van a los mejores colegios y después a las mejores universidades nacionales o salen a estudiar al extranjero y cuando regresan vienen a ocupar puestos importantes. No los ves en las calles durante el día, la única forma de verlos es en los colegios y discotecas de moda, los conocerás por la forma de hablar, cuidan su vocabulario, no usan mucho los dicharachos del pueblo.
Después está el segundo nivel formado por los profesionales y pequeños empresarios, son la clase media. Los hijos de los doctores, los abogados, los ingenieros como yo, vos sos de ese segundo nivel, de vez en cuando te puedes relacionar con los del primer nivel, si les caes bien, si te haces amigo de uno de la clase alta y si puedes gastar el dinero que te hará falta para tratar de igualar el nivel de vida de ellos.
Y por último está el tercer nivel formado por el resto de la gente, amas de casa, comerciantes informales, vendedores en el mercado oriental, taxistas, choferes etc. Son la mayoría, te encuentras con ellos donde quiera que vayas, son el pueblo. Los que tienen menores oportunidades de triunfar, los que hacen los trabajos más duros y menos remunerados.
Por medio del estudio o convirtiéndote en rico empresario puedes escalar posiciones y llegar incluso hasta el primer nivel, aunque eso no te garantizará que te acepten como uno de ellos. Nadie te facilitará el camino, al contrario, tratarán de ponerte obstáculos, los cuales debes superar esquivándolos, saltando por arriba de ellos y si no te funciona ninguna de esas dos alternativas, entonces haz un túnel y pasa por debajo de ellos, la responsabilidad es tuya y de nadie más, si fracasas no tienes que echarle la culpa a nadie, solo los fracasados culpan a otros de sus fracasos».
Por eso voy a gastar el dinero para enviarte a estudiar a La Salle, espero que aproveches el tiempo, no habrá segunda oportunidad. Acabamos de dejar atrás una década que fue un desastre, otra vez la democracia se estableció en nuestro país por medio de elecciones, esperemos que la nueva presidenta pueda enderezar el rumbo torcido que llevábamos….
«Vos ves a Managua como una gran ciudad, la más grande del país, ves su gente y te parece que es homogénea pero no es así, en Managua hay tres niveles.
El primero compuesto por los muy ricos, los políticos y los militares de alta graduación, algunos poetas y escritores que aunque no son ricos gozan de un status especial, también muchos profesionales logran codearse con la élite. De ese nivel son los que tienen el poder. Son gente fina, educada, físicamente más hermosos, blancos, tipo europeo. Se casan entre ellos, aunque en Nicaragua no hay monarquía, los del primer nivel cuidan mucho con quienes se casan sus hijos, por eso ves que son los mismos apellidos los que encuentras en los mejores puestos. Son esos hijos los que frecuentan los lugares exclusivos, los restaurantes, las discotecas de lujo, las más caras, manejan buenos vehículos, van a los mejores colegios y después a las mejores universidades nacionales o salen a estudiar al extranjero y cuando regresan vienen a ocupar puestos importantes. No los ves en las calles durante el día, la única forma de verlos es en los colegios y discotecas de moda, los conocerás por la forma de hablar, cuidan su vocabulario, no usan mucho los dicharachos del pueblo.
Después está el segundo nivel formado por los profesionales y pequeños empresarios, son la clase media. Los hijos de los doctores, los abogados, los ingenieros como yo, vos sos de ese segundo nivel, de vez en cuando te puedes relacionar con los del primer nivel, si les caes bien, si te haces amigo de uno de la clase alta y si puedes gastar el dinero que te hará falta para tratar de igualar el nivel de vida de ellos.
Y por último está el tercer nivel formado por el resto de la gente, amas de casa, comerciantes informales, vendedores en el mercado oriental, taxistas, choferes etc. Son la mayoría, te encuentras con ellos donde quiera que vayas, son el pueblo. Los que tienen menores oportunidades de triunfar, los que hacen los trabajos más duros y menos remunerados.
Por medio del estudio o convirtiéndote en rico empresario puedes escalar posiciones y llegar incluso hasta el primer nivel, aunque eso no te garantizará que te acepten como uno de ellos. Nadie te facilitará el camino, al contrario, tratarán de ponerte obstáculos, los cuales debes superar esquivándolos, saltando por arriba de ellos y si no te funciona ninguna de esas dos alternativas, entonces haz un túnel y pasa por debajo de ellos, la responsabilidad es tuya y de nadie más, si fracasas no tienes que echarle la culpa a nadie, solo los fracasados culpan a otros de sus fracasos».
Por eso voy a gastar el dinero para enviarte a estudiar a La Salle, espero que aproveches el tiempo, no habrá segunda oportunidad. Acabamos de dejar atrás una década que fue un desastre, otra vez la democracia se estableció en nuestro país por medio de elecciones, esperemos que la nueva presidenta pueda enderezar el rumbo torcido que llevábamos….
Respetaba
mucho a mi padre aunque no estaba completamente de acuerdo en lo que decía, mucha de esa gente que formaba la élite
de Nicaragua habían abandonado el país en la
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década
anterior, había nueva gente en el poder. Pero él decía que la gente que ostenta
el mando se comporta de la misma forma, no importa la ideología.
«Un día recibí
la noticia estando ya en Miami de que había muerto en un accidente relacionado
con su trabajo en Managua, de eso hacía
ya diez años. La relación con él no fue de las mejores a raíz de la drástica
decisión que tomé hace ya muchos años y que tiene que ver con este relato. Se
llamaba Andrés Mejía y mi madre Lucrecia González, ella viene de vez en cuando
a visitarme y se está dos semanas conmigo».
Continúo con la historia.
…..En
el año 1990 cuando empecé el cuarto año de secundaria en el Colegio La Salle
conocí a Manuel Miguel Lacayo, MML, y como se acostumbra en Nicaragua que a los
hijos se les pone dos nombres pero generalmente
es el segundo el que usan, a él le decíamos
solamente Miguel Lacayo. No sabía si
estaba relacionado con los Lacayo que eran familiares políticos de la
presidenta. Su pupitre estaba a mi
derecha y era todo un personaje, era como el «yín y el yán», en él convivían lo
bueno y lo malo, aunque en ese tiempo lo bueno era lo que predominaba. El carisma se le salía hasta por los poros, poseía
un carisma natural como la de un personaje místico, a todos nos “caía bien”. Era amigo de todos y nunca supe por qué me
convertí en su favorito. Era el sol y yo un planeta que giraba a su alrededor.
Era yo quien siempre lo acompañaba, al que le contaba sus problemas, al que invitaba a casa de sus padres, salíamos en su
carro sin ningún rumbo preestablecido, solo por el placer de manejar, sabía de
sus novias, de las muchachas que le gustaban.
Era adicto a las mujeres, aunque en la maravillosa edad que estaba viviendo no
resultaba extraño. Procedía de una
familia adinerada, nunca conoció limitaciones, todo estaba a su alcance. Se sabía poseedor de una belleza masculina
que encantaba a las muchachas del colegio entero, era alto, un poco más y medía
los 6 pies de estatura, pelo negro, liso que lo mantenía corto y bien
arreglado, ojos verdosos, cejas negras, no usaba bigote ni barba, tenía entre
18 y 19 años de edad. Era chistoso,
alegre, dicharachero, egoísta, narcisista, mujerero, como se dice en Nicaragua,
mujeriego en otras partes. Algunas veces
no le importaba pasar por encima de los demás o jugar con los sentimientos, le
gustaban las emociones fuertes. Pertenecía al equipo de natación y visitaba
diariamente el polideportivo donde mostraba su bien formado cuerpo. En la Salle
únicamente tenía dos novias en aulas diferentes, pero era una que estudiaba en
un colegio de mujeres de la que realmente estaba enamorado y era correspondido,
y ¿cómo no serlo si era al que todas las muchachas solteras se disputaban? y él
lo sabía. La afortunada se llamaba
Imelda Julissa Sandoval, según mi padre pertenecía al segundo nivel de la
sociedad nicaragüense, era hija de un médico y Miguel pertenecía al primer
nivel, a la crema y nata.
Sin
ningún esfuerzo o sin ser esa mi intención estaba haciendo lo que se me había
aconsejado, me estaba relacionando con gente del primer nivel y era cierto, por
medio de mi amigo había estado en reuniones, fiestas y cumpleaños de gente muy
rica, me había
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convertido
en la sombra de él, opacado completamente pero era algo que me tenía sin
cuidado, lo que buscaba era aprender a comportarme delante de gente que tuviera
mejor posición. Tenía frescas en la memoria las palabras del autor de mis días
«en el tiempo en que eres estudiante es cuando debes hacer las relaciones que
te servirán en el futuro». Ese era el
motivo por el cual ponía mucho empeño en cultivar esa amistad.
Ese año para mí con respecto a
las mujeres fue un completo fracaso, ninguna me hacía caso y a decir verdad
tampoco encontré a ninguna que me moviera el piso. En cambio Miguel y Julissa estaban viviendo
un amor a lo Romeo y Julieta, apasionado y loco, se juraban amor eterno, «se
morirían juntos llenos de años, rodeados de nietos y de bisnietos». Nunca había visto un amor tan intenso, la
verdad que a mi corta edad no había visto muchos, pero el de ellos era de
película. Para ella ese amor ya estaba realizado y consumado, no era más que
esperar que pasaran algunos años, terminar los estudios y convertirse en la
flamante señora de Lacayo. Pero el
destino es impredecible y nos depara sorpresas.
Continúa en la entrega no.3
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