No volví a tener noticias de
Imelda Julissa, un día desapareció de Managua sin que nadie supiera para donde
se había ido y tampoco me importaba, yo
también estaba planeando mi viaje al extranjero. Ella y yo teníamos el mismo
problema y pensábamos que la única solución era irnos. Alguna gente se iba del país por motivos
políticos, económicos, por deudas que no podían o no querían pagar y otros porque
habían matado a alguien y estaban huyendo de la justicia o de la venganza de
sus enemigos. Nosotros nos íbamos
porque nuestras ilusiones se habían muerto, porque ya la vida en Nicaragua nos
parecía vacía, el dolor de recorrer sus calles, ver los lugares por donde ellos
circulaban ya era insoportable. Ella sufría
por él, yo sufría por ella. Nos pudimos haber vengado haciéndonos novios porque
éramos adolescentes, solteros, yo 17 años, ella igual, pero
faltaba algo entre los dos, química, no la había entre nosotros y porque había
un mar de recuerdos y sensaciones que pertenecían a los que se quedaban
triunfantes.
Para nosotros los despechados el destino era
el exilio, el exilio del amor y hacia ahí nos dirigimos. Una tía, hermana de mi madre que desde hacía
tiempo vivía en Miami estaba dispuesta a recibirme en su casa. El viaje se realizó en el mes de Enero de
1992 con una visa de estudiante. Aquella decisión fue un golpe terrible para mi
padre y creo que nunca me lo perdonó completamente. Terminé mis estudios
preparatorios y luego entré a una universidad privada no tan costosa que mi
madre ayudaba a pagar, el resto lo aportaba yo con un trabajo a tiempo parcial
que había conseguido. Me gradué en el
año 2002, entré a trabajar en una compañía de americanos donde estuve por 4
años, luego trabajé para una agencia del gobierno y después me establecí por mi
cuenta. Tengo 16 años de
experiencia. En el 2008 me casé y en el
2013 me divorcié. Soy ciudadano
americano. La historia de cómo conseguí
la ciudadanía pertenece a otro libro que algún día tendré tiempo para escribir.
Dejé
de recordar.
CAPITULO 2
No supe cuanto tiempo estuve pensando en
cosas del pasado, los recuerdos ya no eran tan claros, no supe si fue una hora,
un minuto o pocos segundos, esa maravilla llamada mente, que me asombra a cada
momento, que es capaz, como si de una película se tratara de mostrarle en
minutos la vida entera a una persona que está moribunda. Y yo solo estuve pensando en unos pocos años,
de cuando era un adolescente, que estaba descubriendo lo dulce y lo amargo que
puede ser el amor, que tenía toda una vida por delante pero que en ese tiempo
pensaba que ya mi vida no significaba nada si no tenía a mi lado a la bella
Verónica Victoria.
Página 10
La curiosidad por saber de la vida de Miguel
Lacayo quizás solo escondía el deseo de saber de la vida de ella. Cuando salí de Nicaragua lo hice con el
propósito de olvidar, no quería saber nada, me hubiera bastado con hacer
llamadas y saber todo sobre ellos, sabía
que al año siguiente se casaron. Nunca hice preguntas, no quería retroceder el
camino que había caminado por la senda del olvido, todo el trabajo que me había
costado ir borrando poco a poco la imagen que estaba grabada en mi mente. Que había tratado de sustituirla con imágenes
de otras mujeres, me casé con una mujer bella que se tiñe el pelo de rubio, que sin embargo nunca estableció residencia
permanente ni en mi mente ni en mi corazón, siempre fue como una inquilina,
hasta el día que me dijo que se iba a California. Sin provocarme ninguna pena ni sufrimiento.
Quería saber, ya desde mi seguro refugio
del que se olvidó de todo, cómo le había ido.
¿Habrían tenido hijos? ¿Estaría
gorda? ¿Tendría manchas en la cara,
tendría celulitis? Y la pregunta obligada. ¿Habría sido feliz con Miguel
Lacayo? Desde que por primera vez abrí
mi cuenta de facebook había reprimido muchas veces las ganas de escribir su
nombre, Verónica Victoria Gabuardi. Y en
forma anónima desee visitar su perfil, ver sus fotos, conocer su casa, saber
quiénes son sus amigos. Ver las huellas
que el tiempo le había dejado en el rostro.
Hacer como había hecho muchas veces con otras de mis antiguas novias,
que entraba a sus cuentas y me ponía al
tanto de cómo les había ido, que al ver sus fotos, sus videos, en unos cuantos
minutos recorría años de ausencia. Así supe que dos de ellas se casaron con
hombres que tienen el mismo apellido. Comprobaba que los antiguos sentimientos
se habían desvanecido y que ya solo las miraba como a cualquier mujer, como se
ve a la vecina que está pasada de peso, que nunca la conocí en su juventud. Pero
nunca lo hice. No con ella, no estaba seguro de haberla olvidado.
Presioné el dedo índice de mi mano derecha
en el ratón y pude escuchar claramente en la soledad de mi cuarto el «click»
cuando la flechita se posó encima de las letras azules del nombre de Manuel
Miguel Lacayo…..sabía que lo que acababa de hacer era como decirle a los
fantasmas que estaban invitados a venir a mi casa. Ya estaba hecho, no podía echarme para atrás,
en un milisegundo o quizás en un nanosegundo, en la computadora de Managua el
destinatario recibió la solicitud de amistad de quien en un tiempo fue su mejor
amigo y que de pronto desapareció como dicen los cristianos que desaparecerán
los escogidos en el momento del rapto de la iglesia de Dios en la tierra.
****
Mi profesión me exige que esté en óptimas condiciones físicas y mentales,
tengo que hacer ejercicios regularmente y mantenerme al día con las últimas
noticias, las tendencias, las nuevas tácticas y herramientas. Asisto a conferencias, a exposiciones, a
ferias. Como parte de mi trabajo también
viajo mucho fuera de Miami, dentro de
Estados Unidos y al extranjero. No tengo
un negocio grande, tampoco mediano, y para no presumir les diré la verdad, mi
negocio es pequeño, compuesto por 7 personas entre los cuales me incluyo como
dueño y trabajador.
Página 11
Pero eso sí, la verdad hay que decirla, somos
pocos pero buenos en lo que hacemos. En la cultura popular se explica de la
siguiente manera: si son pocos y buenos se dice « no somos muchos pero somos
machos». Si son muchos y malos se dice « no somos machos pero somos muchos». Mi
equipo está formado por empleados de campo y de oficina. Yo desempeño los dos trabajos. En mi equipo de campo tengo dos hombres y dos
mujeres. Martha Quezada, nicaragüense, 32 años, divorciada, experta en
computación, es un genio buscando información, tiene un dominio casi completo
de las redes sociales, google, internet explorer y cuanta dichosa herramienta
digital exista. Mario Monti, ex militar
mexicano, 43 años, viudo y sin hijos, habla cinco idiomas y es experto en
camuflaje, en adoptar diferentes apariencias, diferentes acentos de un mismo
idioma. Sofía Restrepo es colombiana,
abogada, 38 años, se aburre en un trabajo de oficina, madre soltera, un hijo de
12 años que vive con una tía de ella, experta en leyes, con buenos contactos en
diferentes países de Latinoamérica, que nos mantiene a raya tratando de evitar
que nos metamos en problemas con las autoridades. Y por último Jack Mulligan, 45
años, americano, ex marine, experto en armas y tácticas militares, habla
español correctamente pero finge no entenderlo para que se confíen los latinos,
también habla francés e italiano. Y se
me olvidaba decirles que yo hablo sólo dos idiomas pero soy experto en
distinguir los acentos de distintos países y como vivo en Miami donde conviven
personas de más de 150 países, tengo muchos acentos que aprender todavía. Todos
sabemos artes marciales y dominamos el uso de multitud de armas de fuego, de
sustancias químicas, estupefacientes, venenos, paralizantes y una larga lista que no viene al caso mencionar
ahora.
La sede de la «agencia» estaba en el downtown
de Miami pero el tráfico por las mañanas yendo a la oficina y por las tardes
regresando a la casa me estaba volviendo loco y consumiendo mucho de mi tiempo
por lo que hace dos años decidí mudarme a la ciudad del Doral, ya que mi casa
la tengo en S.W del condado Miami-Dade y me resulta más cómodo. En la oficina permanecen dos empleados, la
secretaria, Maggy Pupo, 35 años, cubana y el que lleva la contabilidad, Joaquín
Gutiérrez, 40 años, nicaragüense, mi hombre de confianza. Experto en todo lo
que tiene que ver con los impuestos, los famosos “taxes” que son los ingresos
del tío Sam. La limpieza la hace una compañía que limpia todo el edificio del
centro comercial.
Después que terminamos un contrato, en los
cuales trabajamos día y noche, los 7 días de la semana, de acuerdo a las
exigencias del trabajo que estemos realizando, tomamos dos o tres semanas
libres, luego reanudamos las tareas, quizás con nuevos contratos interesantes o
en casos anteriores que se quedan rezagados, que no los podemos resolver por
diferentes motivos. Y en ese mes de
Junio de este año acabábamos de iniciar las semanas de tiempo libre.
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