lunes, 21 de abril de 2014

EL CASO No.2 DEL AÑO 2013 Entrada no.4

      No volví a tener noticias de Imelda Julissa, un día desapareció de Managua sin que nadie supiera para donde se había ido y tampoco me importaba,  yo también estaba planeando mi viaje al  extranjero. Ella y yo teníamos el mismo problema y pensábamos que la única solución era irnos.  Alguna gente se iba del país por motivos políticos, económicos, por deudas que no podían o no querían pagar y otros porque habían matado a alguien y estaban huyendo de la justicia o de la venganza de sus enemigos.   Nosotros nos íbamos porque nuestras ilusiones se habían muerto, porque ya la vida en Nicaragua nos parecía vacía, el dolor de recorrer sus calles, ver los lugares por donde ellos circulaban ya era insoportable.  Ella sufría por él, yo sufría por ella. Nos pudimos haber vengado haciéndonos novios porque éramos adolescentes, solteros, yo 17 años, ella igual,   pero faltaba algo entre los dos, química, no la había entre nosotros y porque había un mar de recuerdos y sensaciones que pertenecían a los que se quedaban triunfantes.
      Para nosotros los despechados el destino era el exilio, el exilio del amor y hacia ahí nos dirigimos.  Una tía, hermana de mi madre que desde hacía tiempo vivía en Miami estaba dispuesta a recibirme en su casa.  El viaje se realizó en el mes de Enero de 1992 con una visa de estudiante. Aquella decisión fue un golpe terrible para mi padre y creo que nunca me lo perdonó completamente. Terminé mis estudios preparatorios y luego entré a una universidad privada no tan costosa que mi madre ayudaba a pagar, el resto lo aportaba yo con un trabajo a tiempo parcial que había conseguido.  Me gradué en el año 2002, entré a trabajar en una compañía de americanos donde estuve por 4 años, luego trabajé para una agencia del gobierno y después me establecí por mi cuenta.  Tengo 16 años de experiencia.  En el 2008 me casé y en el 2013 me divorcié.  Soy ciudadano americano.  La historia de cómo conseguí la ciudadanía pertenece a otro libro que algún día tendré tiempo para escribir.
Dejé de recordar.

CAPITULO   2

     No supe cuanto tiempo estuve pensando en cosas del pasado, los recuerdos ya no eran tan claros, no supe si fue una hora, un minuto o pocos segundos, esa maravilla llamada mente, que me asombra a cada momento, que es capaz, como si de una película se tratara de mostrarle en minutos la vida entera a una persona que está moribunda.  Y yo solo estuve pensando en unos pocos años, de cuando era un adolescente, que estaba descubriendo lo dulce y lo amargo que puede ser el amor, que tenía toda una vida por delante pero que en ese tiempo pensaba que ya mi vida no significaba nada si no tenía a mi lado a la bella Verónica Victoria.

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     La curiosidad por saber de la vida de Miguel Lacayo quizás solo escondía el deseo de saber de la vida de ella.  Cuando salí de Nicaragua lo hice con el propósito de olvidar, no quería saber nada, me hubiera bastado con hacer llamadas  y saber todo sobre ellos, sabía que al año siguiente se casaron. Nunca hice preguntas, no quería retroceder el camino que había caminado por la senda del olvido, todo el trabajo que me había costado ir borrando poco a poco la imagen que estaba grabada en mi mente.  Que había tratado de sustituirla con imágenes de otras mujeres, me casé con una mujer bella que se tiñe el  pelo de rubio,  que sin embargo nunca estableció residencia permanente ni en mi mente ni en mi corazón, siempre fue como una inquilina, hasta el día que me dijo que se iba a California.  Sin provocarme ninguna pena ni sufrimiento.
     Quería saber, ya desde mi seguro refugio del que se olvidó de todo, cómo le había ido.  ¿Habrían tenido hijos?  ¿Estaría gorda?  ¿Tendría manchas en la cara, tendría celulitis? Y la pregunta obligada. ¿Habría sido feliz con Miguel Lacayo?  Desde que por primera vez abrí mi cuenta de facebook había reprimido muchas veces las ganas de escribir su nombre, Verónica Victoria Gabuardi.  Y en forma anónima desee visitar su perfil, ver sus fotos, conocer su casa, saber quiénes son sus amigos.  Ver las huellas que el tiempo le había dejado en el rostro.  Hacer como había hecho muchas veces con otras de mis antiguas novias, que entraba  a sus cuentas y me ponía al tanto de cómo les había ido, que al ver sus fotos, sus videos, en unos cuantos minutos recorría años de ausencia. Así supe que dos de ellas se casaron con hombres que tienen el mismo apellido. Comprobaba que los antiguos sentimientos se habían desvanecido y que ya solo las miraba como a cualquier mujer, como se ve a la vecina que está pasada de peso, que nunca la conocí en su juventud. Pero nunca lo hice. No con ella, no estaba seguro de haberla olvidado.
      Presioné el dedo índice de mi mano derecha en el ratón y pude escuchar claramente en la soledad de mi cuarto el «click» cuando la flechita se posó encima de las letras azules del nombre de Manuel Miguel Lacayo…..sabía que lo que acababa de hacer era como decirle a los fantasmas que estaban invitados a venir a mi casa.  Ya estaba hecho, no podía echarme para atrás, en un milisegundo o quizás en un nanosegundo, en la computadora de Managua el destinatario recibió la solicitud de amistad de quien en un tiempo fue su mejor amigo y que de pronto desapareció como dicen los cristianos que desaparecerán los escogidos en el momento del rapto de la iglesia de Dios en la tierra.

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     Mi profesión me exige que esté  en óptimas condiciones físicas y mentales, tengo que hacer ejercicios regularmente y mantenerme al día con las últimas noticias, las tendencias, las nuevas tácticas y herramientas.  Asisto a conferencias, a exposiciones, a ferias.  Como parte de mi trabajo también viajo  mucho fuera de Miami, dentro de Estados Unidos y al extranjero.  No tengo un negocio grande, tampoco mediano, y para no presumir les diré la verdad, mi negocio es pequeño, compuesto por 7 personas entre los cuales me incluyo como dueño y trabajador. 

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     Pero eso sí, la verdad hay que decirla, somos pocos pero buenos en lo que hacemos. En la cultura popular se explica de la siguiente manera: si son pocos y buenos se dice « no somos muchos pero somos machos». Si son muchos y malos se dice « no somos machos pero somos muchos». Mi equipo está formado por empleados de campo y de oficina.  Yo desempeño los dos trabajos.  En mi equipo de campo tengo dos hombres y dos mujeres. Martha Quezada, nicaragüense, 32 años, divorciada, experta en computación, es un genio buscando información, tiene un dominio casi completo de las redes sociales, google, internet explorer y cuanta dichosa herramienta digital exista.  Mario Monti, ex militar mexicano, 43 años, viudo y sin hijos, habla cinco idiomas y es experto en camuflaje, en adoptar diferentes apariencias, diferentes acentos de un mismo idioma.  Sofía Restrepo es colombiana, abogada, 38 años, se aburre en un trabajo de oficina, madre soltera, un hijo de 12 años que vive con una tía de ella, experta en leyes, con buenos contactos en diferentes países de Latinoamérica, que nos mantiene a raya tratando de evitar que nos metamos en problemas con las autoridades. Y por último Jack Mulligan, 45 años, americano, ex marine, experto en armas y tácticas militares, habla español correctamente pero finge no entenderlo para que se confíen los latinos, también habla francés e italiano.  Y se me olvidaba decirles que yo hablo sólo dos idiomas pero soy experto en distinguir los acentos de distintos países y como vivo en Miami donde conviven personas de más de 150 países, tengo muchos acentos que aprender todavía. Todos sabemos artes marciales y dominamos el uso de multitud de armas de fuego, de sustancias químicas, estupefacientes, venenos, paralizantes y una  larga lista que no viene al caso mencionar ahora.
      La sede de la «agencia» estaba en el downtown de Miami pero el tráfico por las mañanas yendo a la oficina y por las tardes regresando a la casa me estaba volviendo loco y consumiendo mucho de mi tiempo por lo que hace dos años decidí mudarme a la ciudad del Doral, ya que mi casa la tengo en S.W del condado Miami-Dade y me resulta más cómodo.  En la oficina permanecen dos empleados, la secretaria, Maggy Pupo, 35 años, cubana y el que lleva la contabilidad, Joaquín Gutiérrez, 40 años, nicaragüense, mi hombre de confianza. Experto en todo lo que tiene que ver con los impuestos, los famosos “taxes” que son los ingresos del tío Sam. La limpieza la hace una compañía que limpia todo el edificio del centro comercial.   

     Después que terminamos un contrato, en los cuales trabajamos día y noche, los 7 días de la semana, de acuerdo a las exigencias del trabajo que estemos realizando, tomamos dos o tres semanas libres, luego reanudamos las tareas, quizás con nuevos contratos interesantes o en casos anteriores que se quedan rezagados, que no los podemos resolver por diferentes motivos.  Y en ese mes de Junio de este año acabábamos de iniciar las semanas de tiempo libre.

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