miércoles, 21 de mayo de 2014

EL CASO No.2 DEL AÑO 2013 Entrada no. 13

CAPITULO  4

     El sábado nos despertamos a las 8 de la mañana, nos bañamos, desayunamos y él llamó para decir que llegaríamos a las once.  Su esposa dijo que Isabela quería ir a Miami Beach. 

Página 38

     Nada más de saberlo a Miguel la resaca se le agudizó, él pensaba llegar al hotel y dormir por lo menos hasta las 4 de la tarde.  Al notar el problema, amablemente me ofrecí  a  llevarlas yo mismo, a lo cual me respondió dándome las gracias y diciéndome que me debía un favor, que la cabeza le estallaría en cualquier momento.
     Así fue, llegamos al hotel casi en la hora que había dicho.  Cuando llegamos fuimos recibidos por Vevi e Isabela vestidas con ropa de estar en  casa.  Después de saludarnos, contar los percances de la noche anterior, Isabela me preguntó.
─ Don Ariel queremos ir a Miami Beach, mi papá dice que está indispuesto y que usted nos hará el favor de llevarnos.  Le pregunto ¿Qué clase de lugar es, cómo debemos ir vestidas?
    Busqué rápidamente en los archivos de mi memoria y los pensamientos los convertí en palabras para contestar a la pregunta que Isabela me acababa de hacer…
─ Miami Beach es el sitio de moda de la ciudad, es donde viene gente de todo el mundo, por diferentes motivos, sobre todo jóvenes.  Antes solo habitaban ancianos jubilados pero eso cambió hace algunos años, ahora es donde va la gente “cool” como dicen en ingles.  Sobre todo  Ocean Drive, son 10 cuadras,  a un lado está la playa y el otro está lleno de restaurantes finos, con mesas al aire libre, en las aceras.  Los vehículos pasan despacio para ver a los que están caminando, comiendo, también para ser vistos.  La gente, sobre todo los jóvenes ricos llevan sus carros y motocicletas de lujo, vehículos exóticos, antiguos, fuera de serie.  Luciendo sus mejores trajes, joyas, mostrándose ellos mismos, buscando conquistar a alguien o ser conquistados.  Viene mucha gente importante, de los medios de comunicación, modelos, artistas, ricos y famosos.
─ Me deja impresionada con esa descripción.  Pero me da una idea de cómo tendré que vestir.  Si nos espera unos minutos, nos iremos a cambiar de ropa.
─ ¿Y yo cómo cree que deba ir vestida?  ─  preguntó Verónica Victoria.
─ Estoy seguro que de cualquier forma usted estará bien vestida, pero el ambiente es de playa, caminar, comer, estar relajados.
    Sonrió y dijo que ya tenía en mente lo que se pondría.  Y los minutos se hicieron 30 y después 60, minutos que a Miguel se le hicieron eternos,  quería que nos fuéramos y poder dormir por lo menos hasta bien entrada la tarde.  Cuando al fin estuvieron listas y salieron a la sala de la suite del hotel, me quedé con el piropo a punto de salir de la boca pero no sería correcto ya que se trataba de la familia de mi amigo ahí presente.  Estaban deslumbrantes.  Isabela, con sus 17 años, vestida con una blusita corta, de  botones, amarrada en el vientre al estilo campesino, con un short de azulón a media pierna y un sombrero de mujer vaquera, con

Página 39

tacones no tan altos y maquillada de forma leve.  Su madre había escogido un vestido de una sola pieza de manta fina, crema, muy tropical, con un sombrero ala ancha de un material sintético que la protegería del sol floridano, con sandalias de cuero  trenzadas hasta la mitad de la pantorrilla, ambas con finos lentes de sol.  Dos mujeres bellas en diferentes momentos de sus vidas.
     Y yo vestido con un pantalón de azulón y una camisa de lino color beige, zapatos bajos de cuero negro igual que el cinturón y los obligados lentes contra el sol, para evitar que se formen arrugas alrededor de los ojos y para proteger la vista de los rayos ultravioleta.
     Llegamos al estacionamiento y nos dirigimos al carro en el cual haríamos el recorrido, esa vez estaba usando el Ford Mustang deportivo, recién estrenado, bello, listo para impresionar a dos distinguidas damas.
─ ¡Qué bonito su carro!! Está precioso.
     Fue lo que dijo Isabela al ver cuál es mi carro, orgulloso le contesté.
─ Gracias Isabela, a mí también me gustó mucho cuando lo miré en la agencia de carros y no pude resistir la tentación de comprarlo.
─ Debe ser muy rápido….
─  Claro, hace las 60 millas en  menos de 10 segundos.
─ De verdad, está muy bonito ─ dijo Vevi al tiempo que lo recorría con la mirada.
    Entramos al carro deportivo convertible, Isabela ocupó el asiento del pasajero, Vevi el de atrás y partimos del hotel, tomamos el 836 hacia el Este, rumbo a Miami Beach.  Pasamos la zona de peaje el cual pagamos electrónicamente, sin que tuviéramos que pararnos a como se hacía el año pasado, subimos la cuesta artificial más alta del condado, el puente sobre el rio Miami,  desde arriba en un ángulo de 360 grados se podía observar una vista extraordinaria de la ciudad, por los cuatro puntos cardinales se pueden ver altos y hermosos edificios, pero sobre todo al Sur-Este, en lo que aquí se le llama el downtown, el centro de la ciudad, donde hay decenas de altos edificios unos junto a otros, como si fuera el hermano menor de Manhattan de Nueva York, tanto a la derecha como a la izquierda se puede ver el rio Miami por donde pasan barcos medianos que viajan al Caribe. También se pueden apreciar las vías elevadas, llamadas “spaguetis” formando cruces en diferentes niveles.  Continuamos derecho y pronto estábamos viendo el mar y más edificios, les dije que los que se miraban a lo lejos son los de Miami Beach.  Les mostré el túnel que comunica la AIA, que es la calle por donde viajábamos en ese momento y el puerto de Miami.  A la derecha mirábamos, como si se tratara de un tren gigantesco los 6 “cruceros”, barcos inmensos que hacen los recorridos por

Página 40

el Caribe, México, Centroamérica y otras partes del mundo. Dos de ellos estaban a punto de partir y cientos de pasajeros en el último piso de arriba se alineaban en las barandas y decían adiós al tráfico que iba o salía de Miami Beach.  Por donde se posa la vista se obtienen fotos para postales. A pesar de los muchos años viviendo en el Condado, nunca me canso de admirar ese paisaje, a la izquierda las islas artificiales, habitadas por famosos, por millonarios que pueden pagar el precio por esas mansiones y no hablamos de unos pocos millones, sino de más de 10.  Antes de llegar a Miami Beach a la izquierda pudimos ver el ferry que lleva los carros hasta Fisher Island que no tiene ningún puente que la una a la tierra, no por falta de recursos, sino por exclusividad, no quieren curiosos que vean cómo viven los privilegiados, por un talento, por una herencia, y todos por la buena suerte, aunque haya quien diga que la suerte no existe.
     Mis dos acompañantes mirando extasiadas el paisaje urbano, el aire fresco acariciando sus caras, sintiendo el cabello volar como banderas azotadas por el viento.  Su primera visita a Miami “la capital del sol”. Sus viajes  anteriores habían sido a Panamá, Ecuador y Venezuela, lugares muy bellos también, con sus particulares encantos.  Llegamos al fin a las primeras calles de la ciudad y doblé a la derecha en Alton Rd. Viajamos al sur hasta South Pointe Dr. Luego hice una izquierda y seguimos recto, pasamos al pie del Portofino, un alto edificio de condominios de lujo, llegamos hasta Ocean Dr., hice otra izquierda y viajamos hacia el norte.  Después de la 5th calle empieza el paseo de Ocean Dr., el lugar ya mencionado, donde la gente “linda de Miami” lleva a mostrar sus lujosos carros, motos Harley Davinson, carros de medio millón de dólares o a mostrar la bella novia o el apuesto novio, porque ahora también las mujeres tienen fortuna y buscan novios a su medida.
     Lo “in” es pasar despacito, sintiéndole gusto, dejarse admirar, provocar envidia y sentirla también porque siempre hay alguien que está arriba de uno. Y ahí estaba yo, en mi carro deportivo, recién estrenado, recién divorciado, con dos bellezas a mi lado, sintiéndome observado por los turistas y locales, por las meseras que con sus bandejas recorren las aceras convertidas en restaurantes al aire libre.  En la parte de abajo de edificios medianos estilo «Art Deco ».   Lentamente fuimos pasando y al final llegamos hasta la calle 14 th donde doblamos a la izquierda, dejando atrás la joya de la corona de Miami Beach. Busqué un lugar donde estacionar el carro y después regresamos caminando hasta Ocean Dr. Esta vez como peatones, caminando despacio, observando todo alrededor, esquivando a turistas que se dirigen en traje de baño hacia la playa donde ya habíamos estado, donde las mujeres más audaces se quitan los sujetadores o portabustos y se broncean todo el cuerpo.  
    Llegamos a la famosa avenida y nos confundimos con la gente, a esa hora, un poco más de la una de la tarde el tiempo era propicio para escoger un restaurante y almorzar al aire libre, fue lo que hicimos, disfrutamos de exquisitos mariscos y vinos de la mejor calidad.  No tenía planeado esa tarde mostrarme tacaño con tan especiales acompañantes y en todo momento

Página 41

me mostré atento y caballeroso con la familia de mi amigo.  Al terminar de comer nos acercamos a un grupo de músicos que tocaban al otro lado de la calle, a cada momento pasaban esculturales jóvenes de ambos sexos en patinetas o en bicicletas.  Después caminamos unos cuantos metros hacia el Este y llegamos a un puente peatonal que corre paralelo a la playa y ahí estuvimos contemplando el mar, viendo romperse las olas, a los intrépidos veraneantes volar en paracaídas halados por cuerdas unidas a lanchas con motor  fuera de boda.  La vida marina en todo su esplendor.  Mejor tarde no podíamos estar pasando.
    Y fue en ese momento en que Vevi me empezó a contar como habían pasado la noche anterior, en casa de la amiga de su tía, la millonaria Imelda Stuart que vive en Coral Gables, cerca del mar.
 …. Llegamos a la casa. No, no, rectifico… el nombre apropiado es “mansión”.  Grande, con 5 cuartos y 5 baños, una piscina inmensa, palmeras y arboles decorativos, césped y jardines muy bien cuidados.  Garajes para 3 carros, que estaban estacionados como cuando están a la venta en las agencias, limpios y pulidos, de marcas lujosas y fabricación reciente.  Ariel… ─ me dijo Vevi con admiración  ─ esa mansión es una belleza, en Nicaragua no  he visto una así y lo que más me sorprendió es que la dueña es una mujer de mi edad.  Es viuda de un americano, por eso el apellido, aunque no pude saber cuál era el que tenía cuando era soltera.  Tampoco habló sobre la forma en que se gana la vida, no habló de sus negocios.  Mi tía la conoce porque hace algún tiempo le hizo unos trabajos decorativos precisamente de esa casa.  Pasamos la tarde y parte de la noche muy agradable, aunque algunas veces me dio la impresión de que esa señora quería ostentarnos su dinero. Y cuando le dije que mi esposo se llama Manuel Miguel Lacayo se le cayó al piso la copa en la que estaba tomando, me pareció que por un momento se puso nerviosa, mi tía también la notó ligeramente alterada y se lo preguntó, pero ella contestó que no pasaba nada….después me preguntó por qué mi esposo no andaba con nosotras y le conté que andaba con vos, que sos amigo desde el colegio La Salle en Managua.  Por cierto, me preguntó cómo te llamas…yo le dije tu nombre completo, Ariel Andrés Mejía, me pareció como si ese nombre le recordara algo y cuando se lo pregunté dijo que nunca lo había escuchado.  Después hablamos de otras cosas…..
     En ese momento intervino Isabela.
─ ¿Te acuerdas mami que después de ese momento pareció interesarse en mí? Me observó detenidamente, me hizo varias preguntas sobre lo que hacía, lo que estudiaba y como yo no le oculto a nadie que quiero ser modelo, actriz o cantante, aunque ustedes se opongan, ella me dijo que siguiera lo que dijera mi corazón. Interpreté eso como que me apoyaba en mis deseos.

Página 42

    Luego continuó hablando Vevi.
─ Eso fue lo único fuera de lo común, después sirvieron la cena, que estuvo deliciosa, seguimos hablando de cosas sin importancia y a eso de las 8 de la noche nos fuimos.  A propósito. ¿Dónde estuvieron anoche?  Era la una de la mañana cuando hablé con Miguel
─ Anduvimos viendo un partido de los Dolphings y al regreso hubo un fatal accidente de tránsito que nos demoró mucho tiempo.
De pronto Isabela pareció acordarse de algo y su cara se iluminó al decirme lo que tenía en mente.  Viendo por un momento a su mamá, después  me dijo.
─ Ariel ─ ya no me decía don Ariel ─ de mañana en 8 días mi hermana mayor está de cumpleaños y…..no sé si mi papá ya se lo ha mencionado, pero nos gustaría que fuera a Managua. ¿Verdad mamá? Si es que tiene tiempo, si no tiene otro compromiso.
─ Claro hija, nos gustaría que fuera al cumpleaños de nuestra hija.  Oficialmente lo estoy invitando.  ¿Tiene tiempo libre?
─ Yo encantado, tengo dos semanas libres y algún tiempo de no ir a Nicaragua. ¡Me uno a la celebración del cumpleaños de su hija ¡ ─ dije con entusiasmo ─  Y si no es indiscreción, me gustaría saber su nombre, ya saben, por eso del regalo y la tarjeta.
─ Ninguna indiscreción Ariel, se llama Jenny Belinda Lacayo─ dijo Vevi ─ y no es ninguna vieja  como dice algunas veces Isabela, apenas tiene 20 años y está en el último año de la universidad, tiene el mismo tamaño mío pero más delgada.
     De un momento a otro estaba invitado a un cumpleaños en  Nicaragua.  Estaba funcionando lo que mi padre me había enseñado, que las amistades y contactos se hacen desde cuando uno es joven, cuando se está estudiando, porque esos estudiantes en el futuro serán las personas que ostentaran el poder,  las oportunidades de trabajo y de negocios. 
     Continuamos en Ocean Drive, caminando, viendo lo interesante del lugar más “hot” del Sur de la Florida. La tarde estaba muriendo y las primeras sombras de la noche estaban haciéndose presentes, la gente que mirábamos en las calles ya iban vestidas de forma diferente, eran los que iban temprano a los Night Clubs, a los restaurantes que presentan shows, y sobre todo a las discotecas, que son muchas, frecuentadas por gente famosa, tanto así que les pagan  para que estén presentes y atraigan a sus fans que llegarán con la intención de obtener autógrafos y fotografiarse al lado de ellos.  Nosotros no estábamos preparados para discotecas.  Y eso se lo hice saber a las dos, les conté que en la florida es un gran delito tener problemas de índole sentimental con menores de edad, y que la mayoría de edad es a los 18 años. 

Página 43

    Pero en ese momento me dijeron que el hijo de su tía es un muchacho de 22 años y le encantan las discotecas, seguramente con él vendrían al día siguiente.
    El  paseo terminó cerca de las 9 de la noche, regresamos al estacionamiento y en menos de media hora estábamos de regreso al hotel donde Miguel conversaba con unos amigos que a su vez también estaban de visita en Miami.  Cambiaron el tema  cuando nos vieron llegar.
    El domingo no salimos juntos, todo ese día lo dedicaron a visitar a la familia de Vevi y por la noche, Isabela junto al hijo de la tía Estela fueron a las discotecas de Miami Beach.  El lunes  estaba reservado para  hacer compras de última hora, regalos a familiares, amigos y especialmente para la cumpleañera.  El martes era el día del regreso, el vuelo estaba programado a que saliera a las cuatro de la tarde, por lo que estuvieron en el aeropuerto a las dos para tener tiempo de registrar las maletas.  Estuve presente en el momento en que se despidieron para chequear las maletas de mano y después los perdí de vista.  Pero antes habíamos estado platicando de lo que habían vivido en Miami, les encantó la ciudad, prometieron volver, me agradecieron lo que hice por ellos y pusieron énfasis en que no debería faltar a la fiesta de cumpleaños de Jenny Belinda el próximo domingo en su casa de Las Colinas en Managua. De esa forma había terminado una semana llena de emociones encontradas, de diversión como hacía un tiempo que no tenía y sobre todo, la emoción de que el sábado siguiente estaría de regreso al  país del que procedo a una fiesta que prometía tener muchas más emociones.
    Regresé al apartamento. Durante el camino venía pensando en el regalo que le llevaría, muchas ideas pasaban por mi mente y las descartaba casi de inmediato. Ropa, no estaba al tanto de la moda en Managua. Zapatos, no sabía sus medidas.  Perfumes, no sabía sus gustos.  Joyas, apenas la iba a conocer. ¿Qué se le podía regalar a una muchacha hija de gente rica? Hasta que se me ocurrió comprar una Ipad que recién había salido al mercado, con ella estaba seguro que la impresionaría porque en todo el mundo la gente hizo  fila la semana anterior para obtener una, era lo último en tecnología, llegué a la conclusión que sería el mejor regalo.  Efectivamente esa misma noche salí a comprarla.  También tenía que comprar ropa adecuada al calor de Managua y todo lo que me hiciera falta. 
    Al día siguiente reservé los boletos para viajar el sábado y también hice la reservación para alquilar una Toyota Prado por una semana, con todos los seguros incluidos.  Sin olvidar la reservación del hotel también por una semana, ya que mi madre había vuelto a Matagalpa de donde es originaria, con quien tenía planeado estar unos días durante mi estadía en Managua.
    Tiempo después me di cuenta que Isabela llegó hablando cosas buenas de mi, que era muy atento, caballeroso,  guapo, que sabía tratar a las damas y no sé cuantas cosas más, lo cual me fue de gran ayuda cuando estuve en la casa de ellos.

Página 44

Continúa en la entrega no.14

No hay comentarios.:

Publicar un comentario