Hasta
entonces le capté la idea.
─
¿Tú dices donde las mujeres no usan ropa y bailan con un tubo?
─
Es correcto ─ me contestó con un tono de seriedad ─ Me han hablado maravillas de la vida nocturna
de Miami y ya que estoy aquí. ¿Por qué no comprobarlo con mis propios ojos? Claro, si no tenés ningún inconveniente en
que vayamos a esos lugares. Y si es que los conocés.
─
Hombre Miguel, claro que los conozco, cuando era soltero los frecuentaba con
los amigos, después que ya me aburrí de todos modos voy de vez en cuando. Cuando
vienen amigos de Nicaragua y que como tú
quieren su propio tour y no precisamente de compras o por las islas donde viven
los ricos y famosos.
Miguel estaba intrigado.
─
¿Vos decís que otros viejos como yo también vienen a Miami para visitar esos
lugares?
─
Por supuesto, pero sin que se enteren las esposas….eso es «top secret
information».
─
Decís que los conocés casi todos, eras tremendo trasnochador ─ no me lo dijo en
tono de reproche, más bien como un halago, como sintiendo admiración por mí o
quizás con una pizca de envidia, tomando en cuenta su “hoja de vida”.
─
No lo creas, no solo voy a esos lugares como diversión, también porque mi
profesión me obliga a visitarlos. Hay ocasiones
en que debo permanecer mucho tiempo dentro de esos salones.
─
O sea que estas ganando y a la vez distrayendo la mirada. ¿Hombre y qué clase
de trabajo tenés?
Me estaba mirando como si fuera el ser más
afortunado del mundo.
─
No creas que todo es a como parece, en el primer momento se te van los ojos, cuando ya te acostumbras lo ves como algo normal y se pierde la novedad.
Ya no le sientes gusto como al principio. Tú sabes lo curiosos que somos los
hombres, si algo se nos oculta no dormimos pensando, pero si lo que uno quiere
ver nos los muestran sin ninguna dificultad nos aburrimos y perdemos el
interés.
La incredulidad estaba reflejada en el
rostro de Miguel.
─
No creo que yo me aburra, vos sabés que mi vicio son las mujeres. Aquí entre nos, me casé muy enamorado de mi
esposa y lo sigo estando pero no me retiré completamente del “deporte”. Tengo una que otra “querida”, por supuesto
que yo sé hacer mis cosas, ella nunca
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me
ha pescado en la “movida”. Por eso no
hemos tenido problemas y en la casa todo es armonía, la sigo queriendo, pero te
lo digo otra vez, mi debilidad son las
mujeres, y las mujeres bellas, no tengo mal gusto, no es cualquier mujer la que
me satisface. En Managua no puedo salir,
allá todos me conocen por eso cuando se me dio este viaje lo primero que pensé fue
en ir a esos lugares. Los que han venido me dicen que el espectáculo es de
primera, muñequitas estilo Barbie nada más.
─
Te entiendo, yo también soy hombre y sé que los hombres somos así aunque las
mujeres se horrorizan y se preguntan “¿Qué tienen ellas que no tenga yo?”
Y cuando dije eso Miguel estalló en una
sonora carcajada.
─
“¿Qué tienen ellas que no tenga yo? Dijo imitando una voz de mujer. Claro que tienen
todo lo mismo, la diferencia es que las mujeres “malas” lo tienen mejor, diferente.
Ariel…. es la juventud… la sensualidad, el ambiente, la música y el licor, la
lujuria que ves en los ojos de esas mujeres que bailan en las mesas. Es lo prohibido, es sentirse culpables de
estar haciendo lo que se hace pero al mismo tiempo…. está el hecho de ser
hombre. ¿Qué culpa tenemos de ser hombres? Y a los hombres nos gustan las
curvas femeninas bien ubicadas, todo en su sitio. Una cintura delgadita, un
vientre plano…y es lo primero que pierden nuestras esposas. Nuestro sentido
para el amor es “la mirada”, los ojos y el olfato, para las mujeres es el tacto
y la voz romántica, los detalles y las promesas. Hasta
en el hecho de darles dinero después de que bailan hay algo excitante.
Después de oír hablar de esa manera tan
vehemente a Miguel estaba conmovido, me di cuenta que era un mujerero de corazón,
que lo hacía por vocación, quizás en vidas anteriores había sido un “Jeque” árabe. En lo más profundo de su cerebro todavía
quedaba la imperiosa necesidad, como los machos en las especies inferiores de
tener una manada de hembras a su disposición para que la especie no desaparezca. Y que a nosotros los hombres, la civilización
y las religiones nos han ido domesticando y ya nos implantaron la idea de que un hombre debe tener solamente
una mujer. Pero la evolución no está completa todavía, hay hombres que como
Miguel necesitan su manada de mujeres a su lado y si no las pueden tener, se
conforman con verlas. Al final le dije….
─
Me convenciste Miguel te voy a dar el tour de los viejos…te voy a llevar a los
mejores lugares de Miami. Me voy a sacrificar y que todo sea en nombre de
nuestra amistad.
Como puse cara de “sacrificado” Miguel no
pudo contener la carcajada…..
─
Un descarado es lo sos, bien sabes que te gusta ir. Ese cuento de que vas como
parte de tu trabajo….muy difícil de creer y que además te están pagando…..Si es
así en el otro viaje me quedo si me consigues un trabajo en la misma compañía.
Solo una cosa te pido: de esto nada
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a
nadie, será nuestro secreto y por los gastos no te preocupes, esta noche todo
corre por mi cuenta.
─
Si tú lo dices. Espero que lleves la cartera llena con billetes de un dólar ─ le
dije por comentar algo ─ Solo espérame
un momento a que me ponga ropa más adecuada.
Me quité la camiseta sin cuello que tenía
puesta cuando llegó al apartamento y me
puse una camisa manga larga color beige, un pantalón de azulón y un saco sport
color azul marino. Con eso ya quedé
listo para andar cómodo y llamar la atención de las “muchachas.” Miguel me dio las llaves del carro rentado y
salimos rumbo a la autopista 836 para después hacer empalme con la 826, llamada
Palmetto, que es donde están tres de los “templos del entretenimiento para
caballeros” que visitaríamos esa noche.
Yendo rumbo norte el primero que
encontramos está al lado derecho de la autopista, el «Pure Gold», salimos, y
después de dar algunas vueltas por calles secundarias llegamos al espacioso
estacionamiento, estaba lleno de carros de todo tipo. Nos bajamos y caminamos unos cien metros
hasta llegar a la amplia entrada de lo que anteriormente a la crisis económica
del año 2008 había sido otro tipo de negocio, una puerta de cristal que se abre
automáticamente cuando uno está al frente.
Después de pasarla nos encontramos con un mostrador donde nos cobraron
la entrada y preguntamos los precios de las cervezas y los tragos. Al frente estaba otra puerta de vaivén que ya
nos dejaba ver parte del ambiente
repleto de erotismo que nos esperaba nada más cruzar aquel umbral, donde bellas mujeres escasas de ropa y de prejuicios
nos esperaban para mostrarnos sus encantos. Hasta las meseras forman parte del
show, ellas como veteranas, retiradas de las grandes ligas del “arte del
entretenimiento para adultos” a la corta edad de
30 años.
Al atravesar la puerta de vaivén nos
encontramos con un ambiente avasallador.
Luces de colores a media luz, espejos en las paredes que multiplicaban por
dos o por diez a los silenciosos y extasiados “caballeros” que estaban sentados
alrededor de las mesas, música americana cadenciosa, las mujeres bailando, sin
ropa o a punto de estar sin las diminutas piezas, enroscadas en los tubos plateados
como se enrosca la anaconda alrededor del cuerpo de su víctima. A nuestro encuentro vino solícita una rubia
mesera americana, escasa de ropa y nos llevó hasta una mesa un poco alejada del
escenario principal, como para ver y al mismo tiempo no ser vistos.
El
efecto que buscaba estaba dando resultado, estábamos vestidos, yo como un
ejecutivo y Miguel como el hombre de negocios que en realidad es, ambos en
busca de diversión y con la billetera “saludable”, dispuestos a no escatimar
recursos con tal de atraer a lo mejor que estaba presente esa noche.
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27
Continúa
en la entrada no.10
En
la próxima entrega seguiremos el recorrido que Ariel Andrés le está mostrando a su amigo, por los mejores clubs
de Miami. Un vez pasado el
deslumbramiento inicial, al ver un desfile interminable de mujeres jóvenes y
bellas termina por acostumbrarse al lugar y al final es una chica de la raza
negra la que acapara su atención. Ariel
le explica cómo funciona ese tipo de diversión y de donde proceden las
bailarinas, a lo cual Miguel no parece darle importancia, no cree que algunas
de esas muchachas sean obligadas a estar ahí, que son explotadas por bandas
criminales.


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