miércoles, 30 de abril de 2014

EL CASO No.2 DEL AÑO 2013 Entrada no.7

      Miguel ahora convertido en todo un señor, alto, recio, sin ser obeso, el pelo ralo, con algunas canas y en la parte de arriba el inicio de una calvicie que anunciaba su inminente llegada.   Vestido con  pantalón de vestir color beige, camisa manga larga color roja del PLC, zapatos finos, lentes de aumento transparentes, con aire de firmeza, seguridad en sí mismo, elegante.  Y al lado de él, ahí estaba la famosa e idolatrada Verónica Victoria.  Por quien tantas noches había perdido el sueño.  Una mujer distinguida y elegante en todo el sentido de la palabra, alta, hermosa, bella a sus 40 años. Con un vestido fino de una sola pieza, color beige, zapatos negros de tacón mediano, peinado especialmente para la ocasión sin ser exótico o rimbombante.  La imagen perfecta para lo que era, una dama del primer nivel de la nobleza nicaragüense, segura de sí misma.  Esa era la descripción externa.  Me detuve bastante tiempo en observarla y analizarla, ver sus facciones, su expresión, escudriñar su mirada.

     Y el momento que tanto temía llegó y no me produjo el estremecimiento que esperaba, pensé sentirme de la misma forma en que me sentí cuando la vi por primera vez, pero no estaba sintiendo nada…. mi cuerpo no sufría ningún cambio, era como si estuviera mirando a una mujer cualquiera, a una desconocida.  No sentía nada.  Ya su mirada no era la misma de aquella jovencita del colegio La Salle, era la de una mujer adulta, sin el brillo juvenil, sin la ternura que me había conmovido.  Tenía la mirada firme y segura de una madre, de alguien que tiene la seguridad de estar casada con un hombre rico.  De saber que cuenta con una familia estable, hijos bellos y bien portados. 

     De cierta forma sentí un gran alivio al estarla viendo y no experimentar ningún sentimiento sublime que me hiciera sentir débil, o me hiciera comportar torpemente  cómo se comportan algunos enamorados.   Sentía una paz interior, un gran alivio, la mente despejada al saber que todo estaba bien, que ya la podía ver a los ojos sin  sentir nada. Miraba su cara en la cual los  años le habían  dejado su marca indeleble, ya no era la muchachita aquella de la piel fina y tersa, de ojos azules que miraban con inocencia y a la vez ávidos de encontrar el amor.  Definitivamente, Verónica Victoria en ese momento había dejado de significar algo en mi vida y empezaba a formar parte de la gente común, a la que podía ver sin sentir ninguna perturbación. Era como un espejismo que desaparece cuando estamos cerca y que visto de lejos nos parece real.
 
Página 19

   Y fue hasta ese momento  en que avancé  hacia ellos, con una sonrisa en los labios. Me dirigí directamente hacia Miguel que me miraba sorprendido, indeciso, queriendo reconocerme, buscando entre los archivos de su memoria. Con mis anteojos Ray Van oscuros le hacía difícil la tarea, me los quité y fue en ese momento cuando un brillo en su mirada me indicó que ya se acordaba de mí. Y con una sonrisa espontanea y natural propia de su carácter alegre y desenfadado que lo hacía ser un hombre de carisma a prueba de toda situación alzó los brazos con la clara intención de que cuando estuviera cerca de mi darme un abrazo de viejos amigos.

─ ¡Pero mira que crecido estas muchacho, que digo muchacho, si ya eres todo un hombre! Venga un abrazo, no te conocía, no tenía idea que te hubieras puesto tan fuerte. ¿Qué comes, eres boxeador, karateka, que haces para mantenerte tan joven y fuerte?

─ Muchos ejercicios. ¡Hombre que gusto verte! Veo que ya eres todo un empresario.

─ No exageres, apenas estoy iniciando los primeros contactos.

     Me miraba y no me reconocía, hasta pensé que me admiraba.  Con seguridad me recordaba de los tiempos cuando éramos estudiantes, cuando era alto y delgaducho, que no me paraba recto, inseguro, dependiente, peludo, queriendo imitar algún artista de la época. En ese momento estaba al frente de él, recio, atlético, postura erguida estilo militar, con firmeza de carácter, vestido adecuadamente, simulando a un jugador de golf, ligeramente más alto que él, con menos años, que ahora es una ventaja.  Pelo negro que aparenta juventud.  Creo que quedó impresionado favorablemente con aquel primer encuentro.  Y yo quedé satisfecho porque también borraba aquella imagen que tenia de él, que lo miraba hacia arriba,  como alguien superior.  Ese encuentro me estaba demostrando que estamos iguales, aunque él con toda seguridad posee diez veces más dinero que yo, lo cual no tiene ninguna consecuencia porque yo gano lo mío, suficiente para darme una buena vida.

  ─ Mira te presento a mi familia. A Verónica Victoria que ya la conoces y a mi hija de en medio Laura Isabela, algunas veces le decimos Laisa.

    Nos quedamos mirando los cuatro, formando un círculo, por un instante escudriñándonos, microsegundos. Sonriendo. Nuestras auras fundiéndose, comprobando si eran compatibles.  Intercambiando esa primera impresión que es tan importante. Por primera vez pude ver directamente a Verónica Victoria,  esos lindos ojos azules como el cielo, su rostro de cerca y menos mal que ya no siento nada por ella porque de lo contrario no hubiera estado seguro de poder reprimir el impulso de estrecharla entre mis brazos ahí mismo al frente de su esposo, su hija y hasta de su tía, darle aquel beso que por tanto tiempo se quedó reprimido en mis fantasías. Pero en ese momento, protegido ya por la barrera de la indiferencia podía estar

Página 20

cerca de ella todo el tiempo que quisiera sin temor al espejismo que antes me parecía tan real.

─ Señora mucho gusto, me alegra volverla a ver.  ¿Cómo estuvo el viaje?─ la saludé poniendo en mi voz la mayor delicadeza y simpatía que me fue posible.

─ El viaje estuvo de lo mas bien, no tuvimos ningún problema, hasta mi esposo que teme abordar los aviones disfrutó del viaje. El me ha hablado mucho de usted estos últimos días, dice que ha vivido aquí desde hace 20 años.

     Hasta su voz es bella, entona bien las palabras, con un español correcto como la mayoría de la gente que está en su nivel, sin usar modismos ni muletillas a cada rato, aunque fácilmente reconocible de que se trata de una dama nicaragüense. Al escucharla me acuerdo de mi padre que tenía su teoría de los diferentes niveles de la gente de Managua, en parte tenía razón.

─ Es cierto, tengo mucho tiempo viviendo aquí, Miami es una ciudad linda que les va a gustar.  ¿Por cuánto tiempo vienen?

─ Esta vez solo por una semana ─ haciendo una pequeña pausa me dijo ─ Ariel vea le presento a nuestra hija Isabela.

     Y fue en ese momento cuando fijé mi atención en la hija de ambos. Una muchacha en plena adolescencia, 17 años calculé que sería su edad.  De estatura casi como su madre, delgada, con sus atributos femeninos estratégicamente ubicados y dotada de todo lo que alguien de su edad puede desear de su figura. Piel clara con tono a color canela, pelo negro, ojos verde oscuro que los heredó de su padre, expresivos y soñadores.

─ Mucho gusto ─ la saludé con una leve inclinación de la cabeza ─ bienvenida  espero que te diviertas y que te guste la ciudad.

─ Muchas gracias señor, desde hace tiempo quería venir a Miami.  ¿Conoce lugares divertidos?  Me recomendaron  South Beach.

─ Por supuesto,  conozco lugares para todos los gustos aunque hace algún tiempo que no los frecuento.  South Beach queda cerca de aquí, cuando quieran podemos ir.

     Todo ese tiempo en que estuvimos concentrados en el reencuentro, conociendo también a Isabela, la tía de Verónica y su hija permanecieron al margen y eso lo notó Vevi  que amablemente me las presentó.
─ Mire le presento a mi tía Estela y a su hija Rosita.

Página 21

─ Mucho gusto, mi nombre es Ariel Andrés Mejía.

─ Encantada. Me llamo Estela Gabuardi y ella es mi hija Rosa Montealegre.

    Intercambiamos saludos protocolarios, comentamos dos o tres cosas más entre todos y al final les pregunté si me aceptaban la invitación a un restaurante.
─ ¿Ya almorzaron?   ¿Qué les parece si vamos a un restaurante que está cerca de aquí?  Sirven las mejores carnes al estilo venezolano, les va a encantar.

Continúa en la entrada no.8

No hay comentarios.:

Publicar un comentario