jueves, 3 de julio de 2014

EL CASO No.2 DEL AÑO 2013 Entrada no.16

─ Que bueno saberlo, porque he notado que usted y mi hija han simpatizado, como madre quiero lo mejor para ella.
─ No se preocupe, la comprendo, no soy hombre rico pero tengo recursos suficientes como para asegurar el bienestar económico de dos o más personas. Y sobre todo le puedo decir con toda seguridad, que soy una persona en la que puede confiar ─ me puse de pie y del bolsillo de atrás saqué la cartera de la cual extraje varias tarjetas ─  Esta es mi tarjeta donde está mi número de teléfono, dirección, sitio web de mi compañía y sobre todo estoy a la orden para cuando pueda necesitar de nuestros servicios.
Vevi tomó la tarjeta, la guardó en su cartera y a modo de explicación me dijo.
─ Bien, Ariel, todo está bien, nada mas quería saber quién eres, lo que haces, toda madre se preocupa por sus hijos, además usted es amigo de mi marido y ya nos conocíamos desde la secundaria.
─ Tengo 38 años, divorciado, no tengo hijos, soy un hombre libre y sin compromisos ─ continué dándole datos de mi vida sin que me los estuviera pidiendo.
     Después tuvo que irse a recordarles a sus hijos y sobrinos que ya estaba por oscurecer y teníamos que regresar.
     Creía que había pasado con éxito la primera prueba a la que me sometían, solo me faltaba la del padre.  Ya por la tarde reunimos todo lo que habíamos llevado y emprendimos el  regreso  a Managua, pero antes la  voluntariosa Isabela se montó en mi camioneta junto a Luis Antonio y me dijo que se iría conmigo.  En cuanto nos pusimos en camino entabló una amena e informativa conversación, revelándome secretos familiares que me dejaron sorprendido y que  me fueron de gran utilidad,  explicaba muchas de las situaciones que habían pasado.  Y yo que a diario trabajo buscando información estaba fascinado con la que mi futura cuñada me estaba ofreciendo en bandeja de plata, por eso le prestaba toda mi atención y no la interrumpía, de vez en cuando le hacía preguntas que ella no dudaba en contestarme.
─ ¿Y tu papá por qué no vino con ustedes?─ mas tarde también le pregunté como era la relación de sus papás.

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     A continuación les relato fragmentos de aquella conversación que tuvimos mientras viajábamos de regreso a Managua.
…«La relación de mis papás no es la mejor del mundo, ya no conviven como pareja y la causa es que él es un vicioso empedernido de las mujeres, desde que tengo uso de razón le ha dado dolores de cabeza a mi mamá.  Cuenta que solo pasaron tres años de completa armonía, después de ese tiempo él volvió a las andadas y en los últimos tiempos lo hace con más frecuencia, ya no solo con mujeres bonitas sino lo que le salga al paso, zorras, ratonas, tortugas, todo.  Poco a poco ha ido perdiendo la vergüenza, faltándole al  respeto de mi mamá y a nosotras.  Ella acepta esta situación porque fue criada con creencias religiosas, quizás lo hace por conveniencia o por “el qué dirán”, por convencionalismo.  Al final nosotras también lo hemos ido aceptando aunque nos “choca”.  Jenny y yo sabemos que la relación de nuestros progenitores se deteriora cada día más.  Es que además de mujeriego mi papá también es un narcisista, todo gira en torno a él, es egoísta.  Cada vez son más escasas las veces que salimos juntos»…
─ Isabela, no puedo creer lo que me cuentas, yo conozco a tus padres desde que éramos estudiantes, me consta que se querían mucho y ahora que fue a Miami me dijo que se había olvidado de las mujeres fuera del matrimonio
─ Entonces te dijo la versión equivocada, lo que está olvidando es el matrimonio.
Después continuó con su relato que no tenía idea por qué me la estaba contando, tomando en cuenta el poco tiempo de conocerme. La animé a que continuara.
…..«Anoche mi papá  estaba furioso, sus planes fueron un fracaso, tenía programado que ayer  fuera el compromiso de Jenny con el hijo del presidente de la asamblea nacional, el ingeniero y diputado Ignacio Saavedra. Pero ninguno de los dos se hizo presente.  Por eso fue que al ver que no llegaban te salí a buscar  para que bailaras el vals con ella, no lo hice solo por salir del paso, lo hice porque vi cuando ustedes se conocieron, me di cuenta que se enamoraron a primera vista, mi hermana nunca ha estado enamorada.  De eso ni se dio cuenta mi papá que estaba enojado porque lo habían dejado plantado. El no sabe que ustedes se quieren y será mejor que no lo sepa tan pronto porque no te aceptaría, él quiere  que su hija adorada se case  con alguien importante y muy rico.  Mi hermana no soporta al pedante de Efraín Saavedra, un hijo de papa, sin oficio ni beneficio, mujeriego, de la misma edad de Jenny, tampoco está  segura que él esté enamorado de ella,  quizás solo obedece  a su papá  que junto al mío se habrán comprometido a que sus hijos se casen, como en los tiempos de la monarquía sin respetar los sentimientos de los hijos.  Jenny nunca ha tenido novio debido a que mi papá le ahuyenta a los pretendientes, ninguno reúne las condiciones, quiere  lo mejor de Managua para su hija y de paso lograr algo él a cambio, sobre todo ahora

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que piensa  establecer el negocio de alimentos enlatados.  Ese es  el interés de casar a Jenny con el hijo del diputado que es muy poderoso en la asamblea nacional….pero mi papá, según palabras de mi mamá, sin darse cuenta ha ido perdiendo prestigio por sus líos de falda, por algunos escándalos que ha protagonizado y quizás por eso lo más rancio de la sociedad de Managua ya no lo toma demasiado en serio, quizás los Saavedra no quieran emparentar con nosotros. Por eso pienso  que sería conveniente  que mi papá no supiera del noviazgo de ustedes por un tiempo. ¿Por qué ya son novios verdad?  Los vimos cuando se perdieron un buen tiempo detrás de las rocas»…..
     Isabela me advertía  de la segura oposición de Miguel a nuestro noviazgo pero con su actitud y ayuda me daba a entender que tanto ella como su madre estaban de acuerdo.
─ Si, ya somos novios, al menos es lo que yo creo, si es que no se enoja que te hayas venido en la camioneta conmigo.
─ No tengas cuidado con eso ─ me dijo riendo ─ ella sabe que yo no le haría nada que le hiciera daño.
─ ¿Y tu mamá tampoco tiene miedo de que vayas sola con un casi desconocido?
─ A vos ya te conocemos, de lo contrario no te hubiéramos invitado al cumpleaños.
─ Gracias por la confianza.
     El viaje se nos hizo corto para seguir platicando y  que yo siguiera descubriendo más secretos de la vida de los Lacayo Gabuardi.  Llegamos a la mansión de Las Colinas, Isabela se bajó de la camioneta junto a Julio Antonio que se pasó todo el viaje jugando con un Nintendo. Me despedí de Verónica, de su hermana y de sus hijos.  Por último me despedí de Jenny que se acercó a la camioneta, ahí estuvimos platicando unos minutos, después apresuradamente me dio un beso en la boca y sin darme tiempo a tomarla entre mis brazos se metió a la casa.
     Regresé al hotel directamente, me volví a bañar para quitarme toda el agua salada que no me había quitado completamente en el baño de la quinta y me puse ropa cómoda, un short y una camiseta, estuve viendo un poco de la televisión  nacional, haciendo algunas llamadas a Miami, hablando con mis empleados que ese día habían empezado a trabajar. Les dije que regresaría el domingo.     
A las nueve de la noche no pude resistir las ganas de llamar a Jenny, estuvimos hablando de cómo la habíamos pasado, de nuestros sentimientos.  Le dije que necesitaba verla al día siguiente, no podía llegar a su casa, le pedí que recordara un lugar bonito donde nos

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pudiéramos reunir.  Quedamos que me pasaría a recoger en el hotel al día siguiente.
     A las once fue cuando me acosté en la cama matrimonial, aunque no tenía sueño, quizás por la cantidad de pensamientos que me llegaban.  Pensando en lo que Isabela me había contado. Para una persona como yo  que trabajo en espionaje aquella información había sido muy valiosa,  eso explicaba muchas cosas.  El tiempo que Miguel y Vevi habían pasado separados en Miami, el hecho de no estar  ese día en la playa, como dijo Isabela, no pasaban mucho tiempo juntos y era porque él no se había retirado para nada de su vida de mujeriego, al contrario, se volvía cada vez  más osado y había bajado de categoría, yo no era solo con mujeres jóvenes y bellas  de primer nivel, sino con quien tuviera faldas y fuera mujer.  También explicaba su interés en conocer la vida nocturna de Miami y en ese momento recordaba que él nunca me dijo lo del cumpleaños de su hija, con toda  seguridad no quería  que nadie interfiriera en los planes que tenia con el diputado.
     No tenía como agradecerle a Isabela. Ya que también me contó que las relaciones con ellas,  tampoco eran buenas,  quería imponer su voluntad sin importar sus sentimientos, por eso ella se apresuró a buscarme para que bailara con Jenny.
     Decidí que no seguiría llegando a la casa de Las Colinas y divulgaría el rumor de que viajaría  a Matagalpa a visitar a mi madre, pero no iría, de esa forma podría seguir viendo a Jenny sin que sus padres se enteraran.  Quería que ella se enamorara más de mí para que en la hora de tener que escoger entre obedecer a su padre o estar conmigo,  me escogiera a mí, a como hacen infinidad de mujeres cuando les toca escoger.
      Como estaban las cosas lo mejor era no dejarme ver por Miguel, de ninguna manera  iba a estar de acuerdo en que fuera novio de su hija, me consideraría un viejo y él quería un hombre rico e influyente como yerno.  Y al ser ganadero, interpretaría las cosas en términos ganaderos, «para él sería como si un toro “sato”, sin una pisca de raza, se hubiera saltado la cerca y anduviera detrás de una de sus vaquillas mas enrazadas, la que estaba destinada al mejor de sus sementales».  De ningún modo me iba a permitir cortejar a su hija, yo sería ese toro “sato” por eso tenía que usar una estrategia diferente.
    No podía permitir que la historia se volviera a repetir, si hacía 21 años él me había quitado a Verónica Victoria  y no pude  ni supe luchar por ella  al  considerarlo en un nivel muy alto y yo sentirme como alguien desvalido.  Ahora todo era diferente y no iba a dejar de luchar por el amor que de pronto llegaba a mi vida. Esta vez  ya no como hombre sino como un padre que quiere gobernar la vida de su hija, que se estaría interponiendo entre ella y yo. Pero el resultado sería el mismo, separarme de la mujer que amo y no conozco de nadie que haya

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tenido la suerte de tener dos oportunidades con mujeres que comparten idéntica belleza aunque una sea la madre de la otra.
      De los días de la semana que me faltaban  no pasó ni uno solo en que no estuviera junto a Jenny  y cada vez estábamos más  enamorados.   Llegó el día sábado en que tuve que  regresar,  Miguel no estaba en Managua cuando me vine.   

CAPITULO  7

     Estando ya en Miami, integrado a mis labores, una tarde recién llegado a mi apartamento recibí una llamada de Nicaragua, era el número de Miguel Lacayo, sabía que tarde o temprano la recibiría cuando se diera cuenta de que Jenny y yo estábamos enamorados. No se lo podíamos ocultar por mucho tiempo, él lo notaría o alguien se lo iba a decir, quizás Julio Antonio.  Tiempo después supe que fue él mismo quien lo descubrió, un día que de casualidad miró la computadora de Jenny. Cuando se está enamorado uno deja señales,  escribe cualquier cosa y después no quiere borrarlo porque constituyen cosas importantes,  recuerdos, palabras bonitas, el amor es difícil disimularlo,  ella respiraba y dejaba una estela de amor por donde anduviera, no le tomó demasiado tiempo en descubrir que la relación de nosotros no era de simples amigos. Se puso furioso.  El motivo por el cual no me llamó inmediatamente que lo supo lo desconozco, pero en ese momento lo tenía al otro lado de  la línea telefónica  y aquella llamada no presagiaba nada bueno. No me contestó ni el saludo y fue directo al mensaje, o dicho más apropiadamente a los reproches y los insultos personales.
─ ¡No lo puedo creer Ariel Andrés!, que me estés haciendo esto a mí. ¡No puedo creer que me hayas traicionado de esa manera!
Sonaba adolorido y rencoroso a punto de estallar violentamente en improperios.
─ ¿Por qué me hablas de esa manera Miguel? Explícame de qué se trata ─ dije fingiendo no saber de qué me hablaba.
─  Vos sabes de lo que te estoy hablando, no te hagas el pendejo, te abro las puertas de mi casa ¿Y qué haces? Te pones a enamorar a mi hija, solo tiene 20 años, puede ser tu hija. ¿Cuántos años tenés, 40, 45?
─ Tengo 38 recién cumplidos, no es que sea un anciano y además…..
No me dejó seguir hablando.
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─Cuando te fuiste de Nicaragua Jenny Belinda ni había nacido ¿Cómo puedes pensar que ella puede ser tu novia? Tenés el doble de su edad.
     Casi estaba llorando de  rabia. Yo trataba de razonar con él.
─ Miguel, Jenny  no es una niña, ya tiene 20 años, es mayor de edad y nos queremos.
─ ¿Cómo puede mi hija querer a alguien como vos? ¿Quién sos vos para mi hija? Nadie. Sos un muerto de hambre. ¿O quieres casarte con ella por la herencia, sabes que tengo dinero y viste fácil la oportunidad?
─ Sabes que eso no es cierto.  Trabajo y puedo darme  y darle a Jenny una vida cómoda, no voy detrás de tu dinero Miguel, tu hija es suficientemente  mujer para que la quiera por lo que es y  no por lo que tiene.
─Pero no con vos que podes ser el papá.  ¿Qué no te da vergüenza andar enamorando muchachitas? Y menos vos que te las pasas viendo mujeres desnudas en Miami.
     Por el tono de voz sabia que se estaba conteniendo, quizás todavía me tenía un poco de aprecio.
─ Esa no es  toda la verdad, voy a esos lugares mientras estoy trabajando ─ dije en tono defensivo.
─Si claro, que clase de trabajo…..no me digas que te pagan para ver esas mujeres.
─ Aunque no lo creas, indirectamente gano dinero viendo a esas mujeres.
    Hizo una pausa como para tomar aire y luego me dijo pausadamente pero en un tono de fría amenaza.
─ Escúchame bien Ariel Andrés Mejía, estoy que me lleva el diablo y no te «trato» ahora mismo porque todavía siento algún aprecio por vos, por los años que fuimos amigos, pero vos no pones más un pie en mi casa y yo tampoco en la tuya, maldigo el momento en que contesté tu solicitud de amistad de FACEBOOK, me arrepiento de haberte traído al presente, bien estabas perdido en el pasado, ¿qué me importaba tu vida?, si cuando éramos estudiantes andaba con vos porque sabias escuchar, quería tener alguien con quien hablar, eras como mi ayudante pero nada más.  ¿Creías que un pobretón como vos te  ibas a comparar conmigo que soy de las mejores familias de Managua?, nada de eso. ¿Y ahora queres  ser novio de mi hija?  ¿Para qué, por la fortuna o por mi prestigio?  Te queres poner a mi nivel, pero eso te queda grande, ni sueñes  que vas a emparentar conmigo.  Estamos muy altos para vos, así que bájate de esa nube, poné los pies en la tierra.  ¿Crees que una
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muchacha como Jenny te va a tomar en serio?  Ella tiene pretendientes aquí en Managua del más alto nivel.
     No me sorprendía la reacción de Miguel, y hasta la justificaba, quizás yo reaccionaría de la misma forma al saber de alguien que tiene el doble de edad que mi hija la está cortejando.  Desde mucho tiempo atrás conocía su forma de ser; carismática y amistosa pero también egoísta, egocéntrica y narcisista, con aires de grandeza, proveniente de una familia poderosa, acostumbrado a ser obedecido, a no importarle el  daño que sus acciones causa en otras personas. Ya Laisa me lo había advertido, y yo había captado la intención de ella, instándome a no darme por vencido, en el fondo lo que las dos querían y quizás hasta la madre,  era «volar», irse lejos del lado de ese hombre que aunque era su papá ya se hacía difícil vivir a su lado,  todo tenía que girar en torno a él.  Me llegaron a la mente suficientes respuestas que darle, contestarle sus insultos y escalar la discusión, pero tampoco quería tener de enemigo irreconciliable a quien con un poco de suerte llegaría a ser mi suegro. Hay formas de lidiar con un toro bravo y no es ponérsele en el frente sino haciéndose a un lado para que pase una y otra vez hasta que pierda la energía.  Por eso no le contesté agresivamente.
─ Miguel, todo lo tiene que decidir Jenny, ya no es una niña y no vivimos en tiempos medievales cuando los padres decidían la vida de sus hijos.  Los tiempos han cambiado, estamos en el siglo 21.  Recuerda una cosa…. me interesa ella, no tu dinero.
─ ¡Yo solo te lo advierto, en mi casa no te quiero volver a ver!
─Te acepto la palabra Miguel, en tu casa no me vuelves a ver. Y acuérdate también de borrarme de la lista de amigos de FACEBOOK.
─ Fue lo primero que hice y maldigo la hora en que te dejé entrar otra vez en mi vida.   ¡Espero que sea la última vez que hablamos!
─ Por mí no tengas pendiente.  Trata bien a tu familia, cuídala, no la descuides que si la pierdes después no es fácil recuperarla….
     Al escuchar esa advertencia abruptamente colgó el teléfono y me dejó hablando solo. Y con mis pensamientos de esa noche mientras en vano intentaba dormir.  Me acordé de la noche del cumpleaños de Jenny que estuve pensando si él y Vevi habían concebido a Jenny como una recompensa por lo que yo había sufrido.  Pues ahí tenia la respuesta, Miguel nunca se sentiría culpable de nada, y mucho menos de algo que nunca llegó a saber y aunque lo hubiera sabido lo habría tomado como un triunfo personal, me habría declarado su rival y con más razón se hubiera empeñado en quitarme del camino aunque implicara usar la fuerza.  
 Todo era una fantasía, la realidad era que tenía que luchar con todas mis fuerzas para

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conservar el amor de Jenny, no podía permitir que Miguel se saliera con la suya, que por lograr sus planes fuera a causar la desdicha de su propia hija y de la mía.  ¿Cómo se le ocurría decir que la buscaba solo por su dinero?  ¿Acaso no se daba cuenta del gran parecido que tiene con Verónica cuando ella tenía su edad, o era que ya se había acostumbrado tanto  a Vevi que ya el atractivo de mujer se había diluido y por  consiguiente tampoco miraba atractiva a Jenny?  La miraba  como todo padre debe mirar a su hija, con ojos de ternura y amor paterno, pero no se daba cuenta que yo la miraba con ojos de hombre, para mi ella representaba el ideal de mujer, hermosa, alta, blanca, ojos azules, en mis fantasías me miraba al lado de ella con dos niñitos ojos azules caminando por los parques de Miami, yendo a la playa, haciendo vida de familia.  Y para completar el cuadro, recibiendo la visita de dos suegros que se llevan bien, jugando con los nietos, platicando con nosotros. El no sabía que muy dentro de mi tenía la desconfianza de  las mujeres de Miami, obviamente que no de todas, quizás era una ínfima parte, pero en toda mujer joven, linda, soltera no podía dejar de imaginarla bailando desnuda en un «go-go» o encontrármela de pronto en un sitio de internet, ofreciendo sus servicios a caballeros, por eso quizás, como un medio de defensa iba a Nicaragua con la esperanza de encontrar a una mujer que estuviera limpia de sospechas y ¿quién mejor que Jenny que venía de una familia buena como la de ellos?, al menos las mujeres. Obviamente eso no iba a ser posible con Miguel, después de esa discusión que tuvimos por teléfono.
     Hablé de esa conversación con Jenny al día siguiente y le dije que ya no podía llegar a su casa.  No pareció afectarle mucho la noticia, con ella ya había tenido un fuerte “agarrón” como se dice en Nicaragua.  Ese no era un gran problema, en Managua hay suficientes lugares donde nos podíamos ver, nos podíamos comunicar  hablando por teléfono, por Skipe, facebook, tuitter y pensaba llegar  una  o dos veces por mes a estarme un fin de semana en Mangua.  Solo le faltaban seis meses para terminar su carrera y después si había que irse de la casa lo haría.
     Los días y después los meses fueron pasando, en vez de mejorar los problemas familiares en casa de los Lacayo iban empeorando, el conflicto entre Miguel y las mujeres se volvía insostenible, ellas decían que era su falta de consideración y respeto. Se pasaba la vida  con mujeres  arriba y abajo, con las secretarias, las trabajadoras domésticas.  Cuando regresó de Miami la primera vez, llegó encantado de la vida nocturna y a partir de entonces había estado viajando con mucha frecuencia, decía que por viajes de negocios, ellas sospechaban que también por otras razones.
Miguel cumplió su promesa, nunca más me volvió a hablar, cuando llegaba a Miami se hospedaba en Hoteles y el camino a los “templos del entretenimiento” era recorrido todas las  noches.  Varias veces lo vi sentado en una mesa, tomando cervezas, rodeado de “modelos”,

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unas sentadas en sus piernas, otras bailando arriba de la mesa.  Es fácil no ser visto en esos lugares donde  si no se tiene experiencia o se está concentrado en las actividades propias del lugar, las demás personas pasan desapercibidas.
      Ya estábamos a mediados de Noviembre del 2013 y empezaban los anuncios de las “subastas de modelos” que estaban a punto de entrar a la mayoría de edad, lo que en la industria del sexo se llama «barely legal» y es muy cotizado.

CAPITULO  8

      Como tenía otros asuntos de trabajo y mi noviazgo con Jenny me olvidé de él y sus actividades en Miami, me enteraba cuando hablaba con Laisa, con Jenny y Vevi. Con Verónica habíamos llegado a entablar una bonita amistad, ella es una mujer honesta y comprensiva, con los pies en la tierra.  Se daba cuenta de la diferencia de edad que yo tenía con su hija, 18 años, toda una vida.  Decía que los judíos se casan de esa manera,  el hombre siempre es  mayor que la novia entre 10 o 15 años,  son  matrimonios que funcionan.  Y había notado en mí la responsabilidad y sobre todo el amor que sentía por Jenny.
     La amistad que tenia con Isabela  se había hecho más grande, platicábamos de casi cualquier tema, pero tiempo después me di cuenta que también tenía sus propios secretos que no compartía con nadie. Lo supe una noche a mediados de Diciembre del 2013 cuando  Jenny llamó por teléfono y me contó que su hermana desde hacía cuatro días se fue para México “que a trabajar de modelo”,  llamó el día que llegaron y desde entonces no lo había hecho y estaban un poco preocupadas.
    Al escuchar lo que Jenny me estaba diciendo  inmediatamente se despertó en mí el detective que llevo dentro y empecé con las preguntas básicas.
─ ¿Saben cuál es el nombre de la agencia de modelaje que la contrató?
─ No sabemos nada ─ me contestó preocupada y un poco avergonzada ─ ni siquiera sabíamos que tenía planeado irse del país. Desde  la edad de 15 años  quería ser modelo y cuando regresó de Miami vino encantada de  South Beach, decía  que algún día seria una modelo famosa, dijo que las modelos ganan mucho dinero, habló de la vida glamorosa que llevan, la  gente famosa que conocen.  Pensamos que eran cosas de adolescente y no la tomamos en serio.  En realidad nos tomó por sorpresa y estamos asustadas.
─O sea que no sabían de sus planes ─ dije resumiendo lo que Jenny me estaba diciendo. Muchas historias parecidas había ya escuchado en mi larga vida como detective y un

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pensamiento empezaba a formarse en mi mente, pero era demasiado pronto para llegar a esa conclusión por eso continué con las preguntas ─ ¿Conocen de alguien con quien ella se pudo haber  ido, saben si se fue  sola o en grupo?
Se hizo un silencio al otro lado de la línea, luego contestó insegura.  .............

Continúa en la entrega no.17

lunes, 9 de junio de 2014

EL CASO No.2 DEL AÑO 2013 Entrada no.15

─ Definitivo Isabela, estas chiflada, te faltan meses para cumplir 18 años y ya  crees que sabes todo.
    Con escuchar aquellos dos pequeños diálogos entre las hermanas me bastó para imaginarme como habían sido los años anteriores que habían vivido juntas, sin embargo no pasó desapercibido el amor profundo entre las dos. No sé que habría visto en mi Isabela que «le gustaba para cuñado» dicho en sus propias palabras y que una vez más contribuía a cimentar mi relación con Jenny,  pero  frustraba la estrategia de su hermana mayor de fingir no ceder al primer intento mío para no parecer fácil o demostrar tan rápidamente lo que también ella quería.
─ Ariel mañana iremos a una pequeña finca que tienen mis papas cerca del mar, si quiere venir con nosotros ─ dijo con su dulce voz Jenny Belinda Lacayo.
Era la respuesta que estaba esperando…era como si un ángel me dijera…«mañana voy para el cielo, si quiere venir conmigo»… Por supuesto… quería ir.
─ Me encantaría, si me haces el favor de no tratarme de usted.  ¿O te parezco “muy grande”, como dicen los mexicanos?
─ ¿Y a quienes les dicen “grandes” los mexicanos? Usted……tú eres grande……
─ Ellos les dicen así a las personas que tienen muchos años.
─ Pues aquí en Managua les decimos “interesantes” ─ intervino Isabela riendo, orgullosa de la última broma que le hacía a su hermana y en ese momento se fue y nos dejó solos.
     Mis 38 años casi eran el doble de los recién cumplidos 20 de Jenny Belinda, aunque jugaba a mi favor el hecho que dedicaba  muchas horas al gimnasio, las  cuales me habían recompensado con un cuerpo atlético y bien formado que no trataba de ocultar. Siempre usaba lentes oscuros que me protegían la vista de los rayos del sol y evitaban que se formaran arrugas alrededor de los ojos.  Quizás los suplementos vitamínicos, o los 8 vasos de agua que tomaba a diario y por último el tinte de pelo que ocultaba  las incipientes canas que ya empezaban a recordarme que estaba solo a dos años de cumplir 40.
─ Para nada Ariel, no sos un hombre viejo.  No hagas caso de mi hermana, siempre me está fastidiando, pero son bromas, en realidad nos queremos y nos ayudamos mutuamente.
─ No te preocupes ya me di cuenta de cuál es la relación entre ustedes, además le estoy muy agradecido por su hospitalidad.
     Estábamos solos, muchas ideas cruzaron por mi mente, multitud de preguntas esperando respuestas.  ¿Qué era en ese momento lo más apropiado que podía hacer?    Impetuosos

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deseos tenía  de  atraerla hacia mí y darle un beso en la boca y apagar el fuego que ardía en mi interior al tenerla tan cerca, pero al final se impuso la cordura, era muy pronto para dar ese paso, quizás con toda seguridad eso sería interpretado como atrevimiento y solo me ganaría una bofetada y perdería el derecho a poner los pies otra vez en aquella casa. Opté por tomarla de los hombros y darle un beso en la mejía, al tiempo que con voz romántica le decía.
Eres muy linda Jenny y hoy estuviste preciosa, una vez más, felicidades por tu cumpleaños y estaré esperando impaciente el día de mañana en que te volveré a ver.  ¿A qué hora piensas que se irán para la finca?
─ Gracias Ariel eres muy amable ─ dijo con voz suave ─  Vamos a salir en la mañana, quizás a las 9 o 10, no está muy lejos.
     Y después caminé rumbo a donde tenía estacionada la Toyota Prado, a medio camino me venció la tentación de volverme solo para descubrir que me estaba mirando, le hice una pequeña señal de adiós con la mano, ella hizo lo mismo.  Subí a la camioneta, encendí el motor, hice algunas maniobras para salir de frente por el portón cuidado por el guardia de seguridad.  En el último instante  volví a decirle adiós con la mano al ver que permanecía en el mismo lugar. 
     Me marché esa noche siendo un hombre diferente del que había entrado, nunca pensé que aquel día me esperaba el amor emboscado en la casa de los Lacayo y que yo caería completo en la trampa que Cupido me había tendido.  Lo menos que me podía haber imaginado era que al volver al pasado encontraría mi futuro.  Pensaba que mi relación con Vevi había quedado atrás y no la volvería a ver en mucho tiempo, que el paso de los años por mi vida y por el rostro de la mujer en un tiempo amada  habían servido para enterrar en lo más profundo de mi cerebro aquellos sentimientos, incertidumbres y sufrimientos unilaterales que  habían perdurado por muchos años y que fueron la causa de mi exilio voluntario.
     No  podría ni haberlo soñado siquiera que de aquellos jóvenes compañeros de estudios, del que fue mi amigo y de la que fue mi amor imposible, amor de un instante que murió al nacer, que de ellos nacería la mujer de la cual a partir de ese día estoy perdidamente enamorado. ¿Cómo podría haber imaginado que el hombre que me había robado el amor de Verónica Victoria y ella misma tendrían una hija que sería idéntica a su madre y que 20 años más tarde la encontraría en su propia casa invitado a su cumpleaños y que nos enamoraríamos al solo vernos? ¿Qué fuerzas extrañas gobiernan las vidas de los mortales? ¿Sería que sus almas que todo lo saben se percataron y sintieron el dolor que sin proponérselo me habían causado y querían recompensarme? ¿Por qué  permanecí casi 20 años sin enamorarme verdaderamente aunque estuve casado por 5  con un «tronco de mujer» y por qué Jenny

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Belinda en sus 20 años no se enamoró de ningún otro hombre?   Eran preguntas que en ese momento no tenían respuestas.


CAPITULO   6


     Al día siguiente, el lunes, llegué a la mansión de Las Colinas cuando ya los Lacayo Gabuardi  estaban listos,  en cuanto vieron que estacioné afuera mi vehículo en la calle montaron en la Toyota estilo SUV y salimos rumbo al pacifico, después de media hora llegamos  a una entrada junto a la carretera, el hijo menor de Vevi, Julio Antonio Lacayo se bajó de la camioneta y fue a quitar la cadena del portón, la abrió, dejando  entrar a las tres camionetas que en caravana habíamos llegado. En el camino se nos había unido la tercera con la familia de una hermana de Vevi, Teresa Gabuardi junto a sus hijos Elena, Eileen y Jorge Rizo. Hasta ese momento supe que Miguel no estaba con su familia, como era lunes pensé que tenía obligaciones en sus negocios.
     Me daba la impresión que era una quinta grande más que una finca pequeña, con una buena casa de concreto, corredores en tres lados, rodeada de palmeras y matas de coco de todos los tamaños, un jardín bien cuidado, garage para los vehículos separado de la casa,   caballerizas donde habían seis caballos y otros dos pastando en una plazuela.  También había dos  cuatri-motos, una lancha de 3 metros con motor fuera de borda y para completar el inventario dos motos de agua.  Definitivamente se notaba que aquella quinta  era propiedad de gente rica, había de todo para disfrutar un fin de semana en la playa que me explicaron  estaba a solo dos kilómetros hacia el Oeste.
     El interior de la casa prestaba también muchas comodidades. Una sala, comedor, cocina, dos cuartos y un lugar amplio donde se podían colgar hamacas o poner colchones inflables.
     Cuando llegamos, rápidamente los Lacayo Gabuardi y Rizo Gabuardi acomodaron todo. Ya la cocinera nos estaba esperando con una apetitosa y caliente sopa de gallina con albóndigas, en la nevera esperaban ansiosas, rubias y frescas cervezas Corona de las que dimos cuenta en un abrir y cerrar de ojos, tomando en cuenta que la noche anterior había sido de fiesta, tragos y desvelos.  Todos estuvieron en la casa la noche anterior pero no me acordaba de nadie, toda mi atención había estado enfocada en  Jenny Belinda, al estar en la

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quinta fui conociéndolos uno a uno.  Julito el hermano menor de Jenny, Teresa Gabuardi, hermana de Vevi y sus tres hijos. Y estaba conociendo las costumbres de los Lacayo Gabuardi de combinar las sílabas de los nombres, así supe que a Jenny Belinda algunas veces le dicen Jennybé, al hermano menor Julán, pronunciado Yulán por Julio Antonio y a Laura Isabela le dicen Laisa.  Cosas de familia.
     Después de comer y oír  un poco de música nos tocó el turno de ir a la playa, unos escogieron las cuatri-motos, otros los caballos y otros las camionetas para remolcar la lancha y las motos de agua. En minutos estábamos en la orilla del mar, en la arena oscura común en el pacífico nicaragüense. Cuatro mujeres, Jenny, la mayor con 20 años, su hermana Isabela, sus primas Elena y Eileen, casi de la misma edad.  Tres varones, Julio Antonio de 7 años, Jorge Rizo de 15 y yo, el anciano de 38 años. 
     Verónica Victoria se había quedado en la casa y llegaría más tarde.  Con la mayor naturalidad del mundo las tres adolescentes se quitaron las faldas y se quedaron en sus trajes de baño, le llegó el turno a Jenny que esa vez mostró un poco de rubor cuando vio que admiraba su escultural y juvenil figura. Fui el ultimo que se quitó la ropa de estar en casa, me quité primero la camiseta y después el pantalón de azulón hasta quedar solo en calzoneta normal, no hilo dental.  Y de un momento a otro me convertí en el centro de atención, aquellas jovencitas que ya habían tomado confianza conmigo se me acercaron para admirar mi atlético cuerpo, producto de horas de gimnasio, entusiasmadas me apretaban los brazos y con los dedos me pinchaban el pecho que lo tensionaba a propósito para que fuera más duro.  Estaba disfrutando ser el centro de la atención hasta que vi a Jenny Belinda que tenía unos ojos que no expresaban ninguna diversión, parecía que lanzaban pequeñas e imperceptibles llamaradas al considerar que las otras mujeres estaban invadiendo territorio que ya ella estaba conquistando pero que no había marcado todavía.
      Estábamos disfrutando un día maravilloso, nadando, corriendo en la arena montados en los caballos, en las motos terrestres de cuatro ruedas. Recorríamos el litoral en las motos acuáticas y en la panga impulsada por el motor fuera de borda.  Jenny quiso mostrarme su lugar favorito de la playa, detrás de unas rocas grandes y negras como las de Poneloya, íbamos por la arena con los pies descalzos,  agarrados de la mano pero a medida que fuimos avanzando ya nuestros cuerpos no podían estar separados y caminábamos abrazados.  Llegamos hasta unas rocas escondidas de las miradas de los demás bañistas y del grupo que disfrutaba en la playa, unas veces sentados en las rocas, otras correteando divertidos, hablando de nuestras vidas, llenando los huecos de información, acercándonos cada vez mas hasta que llegó el momento en que ya no podíamos esperar, que yo buscaba desde la noche anterior y que ella esperaba toda su vida.  El momento en que le di el primer beso, estando solos, con el mar pacífico a la derecha, ocultos por las rocas.  No sé cuantos besos nos

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dimos, ella se dejó llevar, suficiente tiempo había esperado y  ya tenía  20 años.  En cambio yo no tenía prisa, Jenny no era del tipo de mujer con la que un hombre quiera anotar desde el primer partido, con ella había que jugar todo el campeonato, desde el primero hasta el último juego. Al cabo de un tiempo decidimos  regresar junto al grupo, sintiéndonos uno, caminando entre las nubes y con la felicidad a flor de piel. Regresamos caminando despacio, tomados  de la mano, como anunciando nuestro compromiso, era Jenny marcando su territorio, poniéndome el invisible letrero de “prohibido, ya tiene dueña”.
     Un amor que nacía y que sin embargo encontraría obstáculos y fuerzas que se opondrían a que  llegara feliz al puerto. 
     Después de aquel momento los del grupo supieron que nosotros “andábamos” y las demás mujeres aceptaron y respetaron  esos límites. Ya éramos novios y la noticia pronto fue conocida,   Vevi supo de la preferencia de su hija  Jenny por medio de Julio Antonio que sin esperarnos se fue caminando y otras veces corriendo con la noticia fresca a contársela a su mamá.
     Regresamos a la quinta después de pasar medio día en la playa disfrutando de la vida marítima. Ya nos esperaban con una rica comida preparada por las cocineras.   Nos pusimos otra vez ropa de calle y junto a la mesa disfrutamos de aquellos deliciosos manjares sacados del mar, preparados por manos expertas.   No supe cómo  pero de pronto me encontré platicando solo con  Vevi de lo divertidos que pasamos la tarde, de la comida y en un momento de  la conversación ella me preguntó. 
─ Ariel, ¿Qué trabajo hace usted para ganarse la vida?
     No me tomó por sorpresa, ya esperaba la pregunta, era lógico que la preguntara. Dado que yo no andaba diciéndole a todo el mundo lo que hacía. Con mucha seguridad le respondí.
─ Soy detective privado, de esa forma me gano la vida.  Tengo en Miami una agencia privada de investigaciones.  Conmigo trabajan seis empleados. Lo que hacemos es investigar el paradero de niños, adolescentes y personas adultas que desaparecen sin dejar rastro, muchas veces son secuestradas por sus padres,  por delincuentes y otras por bandas internacionales del crimen organizado.  Los familiares nos contratan para que los encontremos, cuando lo hacemos cobramos la totalidad de la suma acordada.─ Y para dar más credibilidad a lo que decía le conté parte de mi historial de trabajo.─ Antes trabajaba con el FBI que es la agencia de espionaje interna del gobierno americano, después puse mi propio negocio.
 Lo que no le conté fue que la semana anterior anduve con su marido en lugares de

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entretenimiento para adultos y a él le dije que como parte de mi trabajo me pasaba horas en esos locales.  Vigilando. Cuando algunas muchachas son secuestradas, muchas veces las encontramos trabajando ahí, obligadas  o por voluntad propia.


Continúa en la entrega no.16

domingo, 1 de junio de 2014

EL CASO No.2 DEL AÑO 2013 Entrada no.14

CAPITULO  5

     Los tres días de la semana anteriores al sábado pasaron volando y pronto me estaba despertando en la mañana del día en que debía  viajar.  Lo cual era casi de rutina por el carácter de mi trabajo.  Ya tenía listo todo lo necesario y a las dos de la tarde estaba en el aeropuerto registrando las maletas, después estuve dando vueltas por la terminal y faltando un hora pasé a la sala anterior a donde se toman los aviones.  A la hora programada estábamos despegando rumbo a Managua en vuelo directo.

     El vuelo transcurrió sin ningún problema, las dos horas que duró el vuelo las dediqué a leer cuanta revista estaba en el avión, hasta la que tiene los artículos en venta.  A las personas que somos ávidos lectores todo lo que contenga letras es material de estudio.  De pronto el avión empezó a  descender y los oídos me empezaron a doler,  para eso siempre tengo mis chiclets y los empecé a masticar rápidamente, de esa forma disminuye el dolor en los oídos.            Ya miraba los techos de las casas de Managua, el lago, los volcanes, la carretera panamericana que lleva a  Matagalpa y la carretera hacia  Boaco,   bajó más y más hasta que las ruedas hicieron contacto con la pista y al final el avión se detuvo entre  los aplausos de la gente agradecida del piloto por llevarnos sanos y salvos.  Salimos del avión y realizamos los trámites de rigor, salí a la sala principal donde recogimos las maletas y luego pasamos por la aduana, después fui al lugar donde firmé los documentos para que me dieran  el vehículo.

      Al poco tiempo estaba dejando el aeropuerto Internacional Augusto César Sandino en una flamante Toyota Prado de color beige todavía con olor a nueva.  Tomé la Carretera Norte hasta la Pista de la Resistencia que me llevaría a la Carretera a Masaya y después llegué al Hotel Las Colinas donde pasaría la noche.  Al igual que Miguel que se hospedó en un hotel y no se quedó en mi apartamento yo también preferí hacer lo mismo  para tener privacidad, irme a dormir a la hora que quisiera, levantarme a la hora que me diera la gana, en fin quería libertad.  No los llamé esa noche, pensé que tendrían suficientes apuros preparando las condiciones para la fiesta y no quise causarles incomodidades.   Al día siguiente, el domingo si los llamé y les pregunté a qué hora seria la fiesta y la dirección para llegar a su casa. Me dijo Miguel que la recepción empezaría a las 2 de la tarde con un asado en el patio y que después partiríamos el pastel, cantaríamos  el feliz cumpleaños y  más tarde el que quisiera bailar lo podía  hacer ya que habría un disc jockey. Eso me daba tiempo suficiente para arreglarme y encontrar la dirección.   A las doce y media ya estaba listo, con un pantalón de vestir color azul oscuro y una camisa manga larga amarillo claro, me sentía a gusto y seguro de mi mismo, aunque no conocía a nadie, más que a los dueños y a una de las hermanas,

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solo me faltaba por conocer al hermano y a la cumpleañera. Pensaba que estaría presente buena parte del la gente del primer nivel de la sociedad de Managua, que al fin tendría tiempo de conocerla, a como me decía mi padre, «a ese tipo de gente solo se la conoce en este tipo de eventos».

      El hotel y la casa de los Lacayo están en uno de los mejores barrios de Managua, donde están muchas de las embajadas acreditadas en Nicaragua, cerca de la carretera a Masaya.  No me fue difícil encontrarla y era tal y como me la imaginaba.  Grande, señorial, bien arreglada, con un gran portón eléctrico y una muralla de piedras canteras alrededor de todo el perímetro que incluye la casa y el solar.  Cuando llegué al portón llamé por teléfono a Miguel diciéndole que ya estaba ahí, sin invitación porque cuando estuvieron en Miami no las tenían todavía.  Dio la señal al vigilante que me dejó libre la entrada.  Entré al espacioso solar y estacioné la camioneta junto a carros Mercedes Ben, Prado y otras camionetas de lujo.  Vino a mi encuentro Miguel y con un gran abrazo me dio la bienvenida, me llevó a la sala principal donde ya todo estaba listo para la gran fiesta.  Ahí encontré a Vevi, bella y elegante como siempre, vestida como una reina, me dio la bienvenida y se puso a la orden para lo que quisiera, con una calidez como si fuéramos grandes amigos, pero tuvo que irse rápidamente por que la requerían en otro lado, también Miguel tuvo que ausentarse cuando vio que Isabela entraba a la sala y como ya nos conocíamos nos saludamos efusivamente, ella vestida como toda una señorita, elegante en su vestido fino comprado en las mejores tiendas de Miami.  Estaba agitada también, los primeros invitados ya estaban llegando, sobre todos los extranjeros que son más puntuales, entre ellos habían algunos Cónsules y Embajadores.

      Estábamos en la sala de aquella mansión de Las Colinas, yo admiraba la decoración y las fotografías que toda familia cuelga de las paredes. Fotos del matrimonio de  Miguel y Vevi, de Isabela con su hermano,  de pronto…una de las puertas que dan a la sala se empezó a abrir y de ella salió como si bajara del cielo una linda y joven dama. Con la mayor naturalidad del mundo Isabela dijo.

─ Y aquí está la cumpleañera ─ haciendo una reverencia como si de una princesa se tratara anunció  ─ ¡Jenny Belinda Lacayo!
Jenny Belinda Lacayo, cumpliendo 20 años ese día.  Estábamos cerca de la puerta y al abrirse, fui yo la primera persona que ella vio, nos miramos de frente, no había otro lugar donde ver más que aquellos lindos ojos azules que también me miraban intensamente.  Al verla no pude evitar pensar…oh my God…oh my God., dos veces, no podía creer lo que estaba viendo, en mis tantos años de vida no había recibido una sorpresa más grande y no podía ocultarlo, ni quería.  Me quedé mirando a Jenny Belinda como si hubiera visto la aparición en persona de la virgen de Guadalupe, con una expresión de perplejidad, de admiración, de encantamiento y de embeleso, todo era tan extraño, tan irreal, sentí que mi

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cara se ponía caliente y el corazón agarraba velocidad, que palpitaba a mil revoluciones por minuto, el impacto que aquella muchacha me había causado era como si hubiera recibido la noticia de que me había ganado el premio más grande de la lotería, un impacto estremecedor pero agradable, un frio en el estómago seguido de oleadas de calor que me recorrían el cuerpo, igual a los que años atrás en la Salle había sentido al ver a Verónica Victoria, como cuando por primera y  única vez había sentido lo que el verdadero amor produce. Y el rostro de Jenny Belinda al ver el mío también se empezaba a teñir de rojo a como decían que se pondría la luna la madrugada del 15 de Abril del 2014 y sus ojos brillantes no se apartaban de los míos, como si no existiera nadie más que los dos en ese momento, la presencia de Isabela ni se notaba, en un instante había pasado a ser invisible y la única presencia  en la casa era la de Jenny Belinda y la mía.  Que casos más extraños le pasan a uno en la vida.  La causa de todo mi asombro y de la multitud de emociones que estaba sintiendo era porque ella era la “copia al carbón”, un clon de Verónica Victoria, del tiempo en que la conocí, de cuando ella tenía la misma edad de su hija en ese momento, el mismo tamaño, las mismas facciones, el mismo color de ojos, las expresiones, con pequeñas diferencias que en ese momento nos las miraba.  Pensaba que ya no sentía amor por Vevi cuando la vi en el aeropuerto de Miami con casi 40 años, con el rostro diferente, pero en ese momento al ver aquella joven, con el rostro de ella de hacía más de 20 años, todas las emociones que tenía reprimidas volvían a tener vigencia, a vibrar de la misma manera,  porque  la tenía al frente de mí con su olor a perfume caro y exquisito, sentía su presencia, ella me estaba viendo también de manera intensa a como yo la miraba.  El amor estaba en el aire, casi que se podía tocar. Y mi corazón en ese momento no podía distinguir si el amor que sentía era por Jenny Belinda o por Verónica Victoria.  En un instante desapareció todo alrededor a nosotros.  Nos sacó de aquel embrujo la voz que se oía lejana de Isabela al darse  cuenta del preciso instante en que su hermana mayor cuando cumplía los 20 años se estaba enamorando locamente de mí y por las apariencias yo también de ella.
─ Hey…hello…yo también estoy aquí….¿Ya se conocían o qué?  ¿Ya se enamoraron verdad?  No lo nieguen que lo vi todo.
Y dirigiéndose a su hermana le preguntó….
─ ¿Es guapo verdad? Ya te lo había dicho hermanita…¿Y sabes qué…?  Me gusta para cuñado.
Hasta ese momento Jenny reaccionó y regañó a su hermana menor.
─ Cállate Isabela, vos siempre metiendo la cuchara donde no te llaman.
─ No te enojes hermanita,  sabes que te conozco, nunca te habías enamorado de alguien…hasta ahora,  todo tiene su tiempo…no tengas pena.

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Volviéndose a mi Jenny me dijo.
─ No le haga caso Ariel, mi hermana está medio loca, dice cada tontería….
Y yo también en ese momento volvía a poner los pies en la tierra.
─ Entonces tú eres Jenny Belinda, tu hermana me habló bien de ti pero no te conocía. Eres muy linda…feliz cumpleaños, que seas muy feliz…
 A continuación me acerqué y le puse las manos en los hombros para darle un beso en la mejía, y al hacerlo no pudo evitar un ligero temblor en el cuerpo y yo tampoco un leve estremecimiento al sentir entre mis manos aquel cuerpo frágil y delgado, oler de cerca el perfume delicioso como  el que emanaría una diosa del Olimpo griego.  Y al separarnos noté que todavía andaba en la mano el regalo que le traía. Con cálida voz le dije.
─ Esto es para ti, espero que te guste.
Ella tomó mi pequeño y flaco regalo entre sus manos, pensando quizás que se trataba de un libro,  con su  bella y sensual voz me dijo.   
─ Gracias…. y gracias también por venir.
     Después entraron más personas a la sala, Jenny tomó mi regalo y se dirigió a la mesa donde estaban agrupados los otros  que sus amistades le habían llevado, luego se dirigió al patio donde estaba la barbacoa y los invitados,  me invitó a que saliéramos. Me dirigí donde los hombres que en grupos estaban platicando, oyendo música ranchera,  predominaban miembros del club hípico de Managua.  Me encontré solo por unos momentos y al ver eso, Miguel se encargó de presentarme algunos de  sus amigos, pronto me integré a la conversación, contestando preguntas sobre mi origen, riendo los chistes de los que nacieron con el don del sentido del humor, escuchando las hazañas equinas y taurinas, hasta que empezaron a conversar de los  acontecimientos actuales sobre los cuales ya podía participar.  Jenny andaba en todos los grupos, recibiendo los afectos de sus amigos, sus compañeros de estudios y jóvenes de su edad.   Después llegó el momento de servir la comida, estilo buffet, servida en varias mesas que habían sido juntadas para agrandar el espacio.   En un barril de plástico lleno de agua, junto al hielo nadaban como si fueran delfines una gran cantidad de botellas de cervezas procedentes de diversos países, las nacionales Toña y Victoria compartían piscina con las mexicanas Corona, la gringa Budweiser, las alemanas  Beck y Heineken, elixir para todos los gustos.  Fuera del agua, dando la impresión de ser un conglomerado de altos edificios en una mesa se encontraban cuadradas botellas de Ron, redondas de  Vodka y Tequila, bajas y obesas botellas de Brandy. Representando dignamente

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al país estaban la Flor de Caña más añeja, junto a otras de más reciente cosecha hasta llegar a  la humilde Ron Plata.   Toda una orquesta de licores.
     Estaba presente buena parte de la sociedad de Managua, si hubiéramos estado en los años 40s todos estarían usando sombreros negros de copa alta, se notaba en su forma  de vestir,  en la seguridad con que hablaban, los apellidos que escuchaba cuando me los   presentaban. 
     Pero ya todas esas personas inexplicablemente habían pasado a segundo plano. Contrariamente a lo que había pensado antes de llegar a la casa, que era  salir de esa fiesta con buenos contactos, conocer personas del primer nivel de Managua, gente influyente, para hacer negocios y tenerlos como clientes de mi agencia.  Desde el momento en que miré los ojos preciosos como el cielo de Jenny Belinda Lacayo, la anfitriona de aquella fiesta todos mis pensamientos habían quedado atrapados en su sonrisa, en su mirada, en su voz.  Y aunque quería ejercer autoridad sobre mis ojos, estos me desobedecían y no se estaban quietos hasta que no encontraban la figura angelical de la ahora dueña de mi corazón y sentimientos.    La descubría hablando y dándoles la bienvenida a desconocidos, amigos de ella, recibiendo sus regalos, sonriendo  aquí y allá.  Ignorándome, aún sabiendo que mis ojos no se apartaban de ella.  Y estaba pasando algo inexplicable para mí, buscaba palabras para conversar con aquella gente desconocida, pero solo encontraba lagunas mentales, no las palabras adecuadas para tener una conversación coherente.  Me sentía como el primo de pueblo llegado por primera vez a la ciudad.  Aprovechando no se qué pretexto me separé del grupo y me acerqué a la mesa de las  botellas y me serví una pequeña copa para sosegar mis inquietudes.
     Y en uno de tantos momentos en que madre e hija estuvieron juntas, se produjo en mí un hecho extraño, al frente estaban las dos mujeres que hasta ese momento habían significado mucho en mi vida. En diferentes épocas. Miraba a Vevi, con su rostro de mujer adulta y no sentía nada, ningún sentimiento, indiferencia  total, a como debería ser,  después miraba a su hija y era el rostro que a mi corazón hacía vibrar, por quien sentía aquel intenso y sublime amor, luego miraba otra vez a la madre, nada, después a la hija y otra vez, amor verdadero, era como tener entre mis dedos el interruptor de una bujía, que al subirlo, la luz se enciende y al bajarlo, la luz se apaga.
Definitivamente era el rostro joven, el que antes fue de la madre y en ese momento de su hija, el rostro inédito, sin ninguna historia el que yo adoraba, era como tener un libro con todas las páginas en blanco,  para empezar a escribir, desde la primera página, la historia de nuestras vidas, con recuerdos y vivencias que con el tiempo iríamos anotando.  De algo estaba seguro…. como sería Jenny Belinda cuando tuviera 40 años, solo tenía que ver a Vevi, pero

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no me importaría que envejeciera, porque  lo haría poco a poco,  segundo a segundo,  sin que yo notara la diferencia, envejeciendo junto con ella.
     Llegó el momento en que le cantamos el «feliz cumpleaños», que pidió un deseo y apagó las velas, cuando partió el pastel y la felicitamos.  Después en la sala empezó a sonar la música. Fue  idea de Isabela que su hermana bailara un vals como primera pieza, después me buscó entre la gente y me llevó al centro para que fuera yo él que tuviera el privilegio de bailar con la cumpleañera.
     Y a partir de ese momento aquella canción pasó a encabezar la lista de las canciones que  bailamos esa noche,  que como escritas con letras de fuego quedaron marcadas en nuestros corazones y en la primera página del libro de nuestra vida.  Después ya con otras parejas que nos acompañaban bailamos “Andar conmigo” de Julieta Venegas para confirmar definitivamente que ya no nos harían falta las demás personas en el mundo para ser felices,  por mi parte después de conocerla había cerrado la puerta de mi corazón y había puesto un letrero que decía «A todas las mujeres, lo siento, ya este corazón está ocupado», y sin habérmelo  comunicado ella también hizo lo mismo, había cerrado con llave el acceso a otros hombres de  su mente y  su  corazón.
      Después de bailar las primeras canciones permanecimos juntos, no  hablamos mucho, el volumen de la música estaba tan alto que hubiera resultado inútil intentarlo, dejamos que nuestros cuerpos se comunicaran con sensaciones, con gestos, usando los cuatro sentidos que podíamos usar esa noche. Porque a veces son muy limitadas las palabras y para comunicarse son mejores los sentimientos, como Dios cuando se comunica con la humanidad.
     Antes que terminara la fiesta preferí marcharme, y ponerla a prueba a ver si extrañaba mi presencia.   Me despedí de los anfitriones y los amigos  recién adquiridos, los del mundo real, dejando para el final  a Isabela a quien le agradecí lo que hizo por mí. Y no quería después despedirme de la cumpleañera  sin antes obtener de ella una promesa.
─ Gracias por invitarme ─ dije a las hermanas, luego dirigiéndome solo a ella y mirándola a los ojos pronuncié las últimas palabras de esa noche en casa de los Lacayo ─ Jenny fue una noche maravillosa.  ¿Nos podríamos ver mañana?
─ Y pasado mañana, o todos los días que estés en Managua ─ contestó inesperadamente Isabela rompiendo el momento mágico de la despedida pero añadiendo un toque humorístico que me hizo reír, y en cambio provocó el breve sentimiento de enojo de Jenny.

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